Entrevista
Manuel Pérez Moya, sacerdote: «La polarización de los últimos años es artificial y de una insensatez enorme»
El que fuese deán de la Catedral en los últimos 16 años reflexiona sobre su labor en el Cabildo, la renovación de la curia cordobesa y la realidad política y social
El Cabildo Catedral de Córdoba prepara la elección de un nuevo presidente tras los 16 años de Pérez Moya
Félix Ruiz Cardador
Córdoba
El sacerdote Manuel Pérez Moya (Hornachuelos, 1948) vive un momento de cambios vitales, nada nuevo en una vida con numerosos capítulos y en la que ha sido entre otras cosas sacerdote rural o rector de seminario. Tras 16 años como deán del Cabildo que ... llegaron a su fin a inicios de año, ahora acaba de recibir la distinción honorífica de capellán del Papa por sus servicios a la Iglesia, lo que significa que adquiere desde este nombramiento la alta dignidad eclesial de monseñor. El religioso se muestra feliz de este reconocimiento y también asume que ha llegado el momento de vivir con más calma, aunque mantiene una agenda activa como párroco de la preciosa Capilla del Sagrario de la Mezquita-Catedral y como canónigo del Cabildo.
Pérez Moya, cuando el Cabildo Catedral de Córdoba multiplicó la actividad cultural y la transparencia
Luis MirandaLa presencia social de la institución capitular ha crecido en los últimos años en conferencias, congresos y actos públicos
Pérez Moya recibe en su despacho anexo a la capilla en una mañana calurosa, que allí adquiere una densidad como de sauna por la humedad del edificio. Ni esa circunstancia impide que el sacerdote mantenga esa sonrisa sosegada que produce la sensación de haber cumplido.
-Acaba de ser nombrado capellán de Su Santidad. ¿Qué se siente al recibir un nombramiento de este tipo que viene a reconocer toda una carrera?
-Esa distinción debo agradecérsela al obispo, que la ha promovido, y al Santo Padre, que me la concedió. Creo que en el fondo lo que me reconoce es mi labor como deán de la Catedral y como rector del Seminario, pero también como simple sacerdote que ha trabajado por los pueblos que el obispo me encomendó. Yo salí de cura en el año 74 y me nombraron párroco en Villaralto, en Los Pedroches. De ahí fui pasando por otras parroquias del Guadiato, de Villaviciosa o Peñarroya y, luego, de la Campiña, en municipios como Moriles.
A Córdoba capital llegué como párroco a Jesús Divino Obrero y el hecho decisivo fue que el obispo José Antonio me nombro rector del Seminario. Yo entiendo que esto lo que reconoce es la labor de un sacerdote que se pone al servicio de la Iglesia con total libertad. Esa libertad la he sentido siempre.
-¿Cómo vivió su sustitución al frente del Cabildo tras 16 años? ¿La esperaba?
-Los sacerdotes tenemos la obligación de poner todos nuestros cargos a disposición del obispo cuando cumplimos 75 años. A partir de ahí, el obispo puede aceptar esa renuncia o mantenerte hasta los 80 años. En mi caso, yo he pasado por algunos problemas de salud de los que estaba ya muy recuperado, pero el señor obispo ha creído oportuno que es el momento de que pueda tener más descanso.
«El nombramiento como capellán del Papa reconoce mi labor como deán y también como simple sacerdote»
Sigo con mi labor como párroco del Sagrario y como canónigo penitenciario de la Catedral. Ahora será una persona más joven, don Joaquín Alberto Nieva, quien ocupe el cargo, según la opción que ha tomado el Cabildo, que adopta sus decisiones de forma democrática en sus actos capitulares. Es decir, que todos somos responsables de las labores de evangelización y conservación.
En cuanto a la renovación, pues es algo que ha sucedido numerosas veces a lo largo de la historia y es natural. Tiene que entrar gente más joven porque eso es algo que siempre tiene ventajas. Aquí se da además siempre una continuidad, pues tenemos un estatuto que pasa de generación en generación y que nos marca el camino a seguir.
-Se observa en la Diócesis cordobesa una renovación. ¿Existe una buena sintonía intergeneracional?
-Hay un gran entendimiento, la verdad. En mi caso influye un hecho que creo que es importante: que yo he estado durante 14 años como rector del seminario. Los que están entrando ahora fueron alumnos míos en su mayoría. Por tanto, lo vivo como una alegría, pues significa que hicimos un buen trabajo. Veo los frutos de aquellos años en estos sacerdotes jóvenes y sanos que tienen muchas ganas de trabajar y que son savia nueva. Una cosa son los deseos del corazón y otra la realidad física de las personas y por eso hay que entender la renovación.
-¿Qué balance hace de su larga etapa al frente del Cabildo? No han sido años fáciles precisamente...
-En total son 16 años de deán presidente y 28 de canónigo. El Cabildo es un órgano con una misión específica que le encarga el obispo: la misión evangelizadora dentro de la Mezquita-Catedral de Córdoba. Es un órgano que tiene como fin cultivar la liturgia y también la de conservar el edificio, sin olvidar una dimensión de la caridad.
Yo he tratado siempre de lograr esos objetivos al igual que quienes me precedieron, pero sí es cierto que estos años han sido más complicados de lo habitual debido a que la Catedral ha sufrido los efectos de una mala interpretación por parte de algunos sectores de nuestra sociedad.
«Abrir la segunda puerta era para nosotros fundamental y lo lógico era afrontarla»
Ha sido una polémica que en los años anteriores ni existía ni podíamos sospechar, y que en todo caso se ha originado de forma artificial y con unos sesgos ideológicos muy evidentes. Creo que ha sido un intento de manipulación al que daban cobertura todas esas ideologías que en el fondo entienden que la Iglesia es una barrera y una dificultad para su implantación.
-¿Cómo enfrentaron ese problema? ¿Cree que han logrado frenarlo o que seguirá el debate sobre la titularidad en el futuro?
-La argumentación fundamental con la que partían de inicio creo que se corregido al contrastarla con la verdad objetiva de la historia. Eso creo que ha amortiguado mucho la polémica, aunque todavía hay sectores que siguen erre que erre pues son como digo grupos ideológicos. Una ideología no es otra cosa que una interpretación de una realidad cerrada e incapaz de dialogar con otras realidades. Al final, la ideología se convierte en un elemento de demolición contra toda realidad que se oponga a ella.
De todos modos, la labor del Cabildo en estos años va mucho más allá. Yo diría que, ante ese ataque, en vez de recluirnos o encerrarnos en nosotros mismos hemos hecho un esfuerzo para abrirnos a la sociedad y el Señor nos ha ayudado a conectar con la realidad social.
-Otro de los retos fundamentales del Cabildo es la conservación de un edificio enorme y complejo. ¿Qué balance hace sobre ese aspecto?
-Por fortuna, aquí tenemos dos arquitectos que trabajan en la conservación de la Mezquita-Catedral desde hace más de 40 años (Gabriel Rebollo y Gabriel Ruiz). Igual que Córdoba tiene un arcángel que es San Rafael nosotros tenemos aquí a estos dos gabrieles, que son también dos arcángeles para nosotros (risas). Ellos han mantenido la identidad del edificio. La labor de recuperación ha sido impresionante. Tanto de elementos musulmanes como de diversas capillas y de la propia Catedral.
Creo que, en cierto modo, se ha purificado la imagen del edificio, de su realidad histórica, y ahora mismo hay muy pocos monumentos en el mundo que estén en estas condiciones de conservación.
En el campo arqueológico, existían algunas investigaciones sobre el origen del edificio que habían quedado paradas hace décadas y lo que se ha hecho es retomarlas en un trabajo conjunto con la Universidad de Córdoba. Lo que se está haciendo por parte de los especialistas es un estudio muy completo de la historia del edificio y nosotros somos los primeros interesados en que se conozca la verdad histórica.
«La labor de recuperación de la Mezquita-Catedral ha sido impresionante; hay pocos monumentos en el mundo en estas condiciones de conservación»
-Otra polémica de estos años fue el trasladado de la carrera oficial de la Semana Santa y la apertura de una nueva puerta. ¿Qué balance hace de esas decisiones?
-Abrir esa puerta era para nosotros fundamental. Hablamos de un edificio que acoge en numerosas ocasiones a un número de personas muy importante. Por ejemplo, en la Coronación de la Virgen del Carmen llegamos a tener a más de 6.000 personas sentadas. Esa realidad nos obliga a abrir puertas, por pura seguridad. Si encima aparece una necesidad de abrir esa Puerta del Pilar, que sólo suponía quitar una celosía del año 1972 y por ello sin relación con la historia esencial del edificio, pues lo lógico era afrontarla.
Nunca hay que olvidar que estamos hablando de una Catedral y lo normal de una Catedral es que esté prevalentemente dedicada al culto católico. La Semana Santa forma parte del patrimonio de la iglesia católica y que las hermandades vengan a hacer penitencia a la Catedral era algo deseado por todos. Gracias a que abrió esa celosía hoy se puede realizar y eso ha permitido que hoy tengamos algo único.
No creo que exista otra ciudad española que tenga un recorrido de la Semana Santa tan concentrado en un entorno que es además Patrimonio de la Humanidad. Una Semana Santa que también es televisada en alta calidad y que ven miles de personas en diversos lugares del mundo.
-Ese era precisamente otro de los retos, la adaptación tecnológica. ¿Cómo se ha trabajado en ese campo en un edificio tan singular y protegido?
-El reto tecnológico lo hemos superado bien. La fibra óptica nos ha permitido mejorar las conexiones y por eso podemos emitir con tanta calidad tanto las procesiones de Semana Santa como las misas de los domingos y los actos litúrgicos solemnes. Las nuevas tecnologías no sólo están beneficiando en la difusión de la historia y de la vida cotidiana del edificio, sino también en cuestiones como la seguridad y en un mejor conocimiento de los pormenores de la Mezquita-Catedral. Yo diría que en estos aspectos estamos en vanguardia respecto a otras catedrales.
-Esta entrevista se publica un domingo de elecciones generales especialmente tensas. ¿Cómo ve la Iglesia la actual polarización de la sociedad española?
-Personalmente lamento que se haya vuelto a la polarización. Yo nací en 1948 y viví la etapa de reconciliación de la sociedad española, que fue real y verdadera. Toda la polémica de los últimos años es totalmente artificial y de una insensatez enorme. Desde la Iglesia lo que queremos es que la sociedad viva en armonía y bajo los valores del Evangelio, que son la justicia, la solidaridad y la paz. Cuando la sociedad se divide también la Iglesia padece y se queda desprotegida, pero nuestra obligación debe ser seguir siendo elemento de comunión y de comunidad.
Pienso que el futuro de la Iglesia en este contexto debe de ser el de siempre: evangelizar a las personas, sean del nivel económico que sean pues toda persona que viene a este mundo aspira a vivir en plenitud. A esa plenitud está claro que no se llega ni a través de la economía ni de la política. Sólo Dios la puede dar esa plenitud y la Iglesia debe estar al servicio de Dios y del pueblo.
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