ContraMiradas
Manuel Lamarca, cineasta: «Sigo siendo el niño que amaba el cine con 8 años»
Profesor de la Escuela de Arte, acaba de recibir el Premio Asecan al mejor libro de cine andaluz y otro en Canadá por su documental sobre Alfonso Guerra
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Córdoba
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Iniciar sesiónHa arrancado 2023 con el viento de cara. Un mes, dos éxitos. Premio Asecan al mejor libro de cine andaluz y mejor documental en el Pacific Film International Festival de Canadá por un trabajo sobre el ex vicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra. Es ... Manuel Lamarca. Profesor de Medios Audiovisuales de la Escuela de Arte Mateo Inurria de Córdoba y un apasionado incondicional del cine desde que tiene uso de razón.
-¿El cine es un veneno?
-La gente que queremos hacer cine necesitamos hacer cine. Es un sentimiento. Y te sientes infeliz si no lo consigues.
-¿Y de qué dolores le cura?
-El cine siempre es autobiográfico. Si realmente eres fiel contigo mismo, y no estás condicionado por cuestiones comerciales, terminas haciendo la película que sientes. Y si la sientes, eres tú. Flaubert dijo: «Madame Bovary soy yo». Es una de las frases más interesantes en la historia del arte en relación a la autoría.
No hay una razón por la que Manuel Lamarca cayera rendido en brazos de la magia del cine desde niño. Sucedió y punto. Lo cierto es que se plantaba con su abuela delante del televisor cada sábado después de comer y se tragaba todos los cortos de Charlie Chaplin y Harold Lloyd que programaban en la segunda cadena.
«Hay una semilla en mí que me lleva al cine», asegura delante de una infusión en el Gran Bar de las Tendillas. «Manuel Mur Oti declaró cuando recogió su Goya de Honor en 1993: 'Yo amo el cine como se ama a una mujer. Con todo mi corazón. A vida o muerte'. Y así es. Algo visceral. Un acto de amor».
Paradójicamente Manuel Lamarca acabó matriculándose en la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba. La presión familiar y el imperativo social por estudiar una carrera presuntamente útil lo empujaron a inscribirse en la facultad equivocada. «Derecho se me atragantó», admite sin rodeos. «Y terminé la carrera con 28 años».
En esos años montó una revista universitaria, coordinó el aula de cine y rodó sus dos primeros cortometrajes. A los 34 años se inscribió, por fin, en la Facultad de Comunicación Audiovisual de Granada. «Ya estaba en mi sitio. Fue entonces cuando aprendí que lo único que no tiene salida es hacer lo que no te gusta», manifiesta.
-El primer plano de su primer corto fue filmado en la cafetería de la Facultad de Derecho. ¿Declaración de principios?
-Sí. Es un plano con intencionalidad ideológica, podríamos decir. Es una visión irónica.
«En Granada comprendí que lo único que no tiene salida es hacer lo que no te gusta»
-Lo que menos le interesaba era el aula.
-Curiosamente era de los que iba al aula, a pesar de mi desgana. En realidad, quise reflejar una visión sarcástica, que es la que tengo sobre la realidad.
-¿Por?
-Si la realidad nos la tomamos en serio podemos comprometer nuestra salud mental. El sentido del humor es fundamental para mí. El propio Alfred Hitchcock destacaba en sus películas por incorporar pequeños guiños cómicos.
-El humor es un arma de defensa.
-Y unas gafas para ver la realidad.
-Sus dos primeros cortos fueron rodados en cine mudo. ¿Para ahorrar en guionistas?
-Porque quería hacer cine. Ya había vídeo entonces y todo el mundo me decía que me iba a gastar mucho dinero. Cada rollito de Súper 8 valía 3.500 pesetas y te daban para 3 minutos de metraje. No quería hacer vídeo. En otro formato no me hubiese representado. El cine es emoción y sentimiento. Es algo visceral. Y quería rodar cine con películas físicas. Sonorizarlo era muy caro. Alfred Hitchcock decía que todos los directores deberían hacer al menos una película muda en su vida para saber narrar en imágenes.
-¿Quien no ha rodado en Súper 8 no sabe qué es el cine?
-No necesariamente. Es un formato más. Hoy día está todo en digital. Insisto: hay cosas que forman parte de la sentimentalidad. Y, si crees que tienes que rodar en un formato determinado, hazlo.
«Jamás pensé que podría entrar en la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas»
-¿Qué hay «Dentro del cine»? [Es el título de una de sus películas]
-Un mundo mágico y de ilusiones. Como dice José Luis Garci, una segunda vida. Una vida de repuesto. François Truffaut decía que quien ama el cine ama la vida.
-Acaba de recibir un nuevo premio de la Asociación de Escritores y Escritoras Cinematográficos de Andalucía (Asecan) al mejor libro de cine andaluz. ¿Es usted un cineasta al que premian por escribir?
-Soy un cineasta multidisciplinar. Soy tan cineasta cuando escribo un libro, que cuando hago una película, les hablo a mis alumnos en clase o hago entrevistas.
-El primer premio de Asecan fue por un libro sobre el actor estadounidense Jerry Lewis. ¿En qué equipo milita usted: en el de los fans del cómico o en el de los que piensan que es un «jartible»?
-Es un libro hecho por un entusiasta de Jerry Lewis. Lo adoro. Me río mucho con sus películas y, pese a que es puro cine de entretenimiento, Jerry Lewis tiene tanta materia intelectual o de análisis social como el de Woddy Allen.
-¿Usted también caía hipnotizado los sábados a mediodía frente al televisor?
-Sí. Yo sentí la fascinación del cine desde pequeño. Tengo 48 años y sigo siendo el niño que amaba el cine con 8 años.
-Dígame la película del año.
-«The Fabelmans», de Steven Spielberg. Y española diría que «As Bestas» [de Rodrigo Sorogoyen].
-Desde el año 2019 es miembro de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Es ya toda una autoridad.
-Es un sueño para mí. Jamás pensé que podría entrar. Y es un honor. La primera votación en la que participé voté por «Dolor y gloria», de Pedro Almodóvar. Reuní a la familia y me hicieron una foto dándole al botón del ordenador.
-Acaba de filmar un documental sobre Alfonso Guerra. ¿Por militancia?
-Bueno, yo fui militante del PSOE. El documental, no obstante, se hizo cuando ya no estaba en el PSOE. Arranqué el proyecto en 2019.
-¿Por qué Alfonso Guerra?
-Nací en 1974, viví los años ochenta y admiraba a Felipe González pero, sobre todo, a Alfonso Guerra. Hay una sintonía inexplicable. Una química. Me atraía su figura personal y política. Habrá influido que Alfonso Guerra es un político muy interesado por el mundo artístico. Y le encanta el cine. Había una conexión invisible.
-¿Y piensa lo mismo de Guerra que antes del documental?
-Mis pensamientos sobre la grandeza de Alfonso Guerra se han reforzado y, en el plano personal, he descubierto a un hombre maravilloso.
«Truffaut decía que quien ama el cine ama la vida. Para mí, es algo visceral»
-Se ha hecho guerrista.
-Ya lo era.
-¿Qué secreto le ha desvelado el ex vicepresidente del Gobierno?
-Sí puedo decir que tiene una visión muy clara de cual ha sido su papel histórico en la Transición. Es una persona muy lúcida. Ya ha visto el documental y le ha gustado. Firmamos un contrato de cesión de derechos de imagen y no ha recibido nada por el documental. Se siente identificado con él.
-Entre el corto de «Día de facultad» y el documental de Alfonso Guerra, ¿qué ha cambiado en Manuel Lamarca?
-No ha cambiado mucho. Sigo teniendo la misma pasión por el cine. Ahora tengo un poquito más de conocimiento técnico. Vas puliendo el oficio a medida de que vas haciendo cosas. Espero haber ido aprendiendo y ser mejor cineasta. Personalmente, no soy muy diferente. Si acaso, he perdido ingenuidad y frescura personal.
-¿Ante qué cineasta se rinde?
-Soy un entusiasta de Hitchcock, de Charlie Chaplin, de Truffaut, de Bardem o de Garci. Y el que más me entusiasta en la actualidad es Steven Spielberg.
-¿Y andaluz?
-Tengo un libro con Alberto Rodríguez. Es un director que me entusiasma. Benito Zambrano también. Y Paco León. España es un país de buenos cineastas.
-¿Qué locura cinematográfica tiene en la cabeza?
-Cualquiera que suponga producirme a mí mismo. Eso ya de por sí es una locura.
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