Tribuna libre
El mantra progresista
Si Sánchez consigue los apoyos necesarios, la alianza de perdedores garantizará un cogobierno populista-progresista simbiótico con la pobreza que Quevedo abrazó en su poema
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Bartolomé Madrid
Córdoba
La RAE define progresista como «persona o colectividad de ideas y actitudes avanzadas». Como doctrina política, al progresismo se le han adjuntado demasiadas connotaciones como para poder adscribirlo a partidos concretos en el espectro tradicional de izquierda- derecha. Por ello, sonroja y me ... produce un rechazo casi visceral, la continua apropiación, manipulación y manoseo del término por parte de la izquierda, conjurada estos días en un pacto que se puede calificar con muchos adjetivos, pero nunca con el de progresista.
Se trata de un pacto destinado a incrementar el retroceso evidente al que están condenando a nuestro país separándolo de la senda de 1978, la cual, partiendo de las cenizas en derechos civiles y políticos, nos ha llevado a alcanzar unas cotas de libertad que hoy pueden, ironías de la vida, ser el 'boomerang' que tambalee el edificio construido.
'Libertad sin ira', como incrustó Jarcha en la médula de nuestra democracia, y libertad que permite a quienes aún no han condenado los asesinatos de ETA estar sentados en el Congreso, como le espetó Feijóo a la portavoz de Bildu ante su desprecio al régimen del 78.
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«Fíjese qué grandeza, que personas como ustedes puedan estar aquí», sentenció. Grandeza y generosidad de un legado de la transición que los 'progresistas' están empequeñeciendo a marchas forzadas, ignorando y renunciando a la magnífica aportación que sus propios compañeros de partido hicieron.
Así, la izquierda, y muy especialmente el PSOE, se adscribe a una de las historias llevadas al cine por los hermanos Coen, dejando claro que no son «partidos para viejos», aunque esos viejos hayan sido artífices muy activos del reencuentro entre españoles.
Como consecuencia más inmediata y perturbadora de la negación de ese paradigma de convivencia que surgió tras la dictadura franquista tenemos un nuevo rescoldo del enfrentamiento de las dos Españas servido, a la España del 'Papá Estado', en un potaje de ignorancia, mentiras y artilugios dialécticos para darle la máxima proyección colectiva a lo que, al vaciar la olla, se ve con claridad que sólo son intereses personales.
Ser progresista, por tanto, no es promover una ominosa amnistía, o mejor autoamnistía, como la ha calificado la mayor asociación de fiscales de nuestro país porque busca el beneficio de quien la promueve; ni es destrozar la separación de poderes controlando desde el Ejecutivo al Legislativo -como también dijo Feijóo- e imbricando sus tentáculos en el Judicial. Ser progresista no es darle más a quien más «se necesita» sino a quien más necesitado está. Se trata también, tal y como se dice en salud pública, de no crear inequidades o desigualdades injustas y evitables.
El interés general
Ser progresista tampoco es utilizar la diversidad y la extraordinaria riqueza cultural de un país como arma arrojadiza contra la concordia y el respeto entre territorios, y sobre todo no es «sacar votos de entre las piedras», sino sacar votos de la verdad, los argumentos y las propuestas que persiguen el interés general.
Lamentablemente, en el transcurso del tiempo las malas prácticas tienden a reproducirse y de ejemplo me viene como anillo al dedo una crónica de 1910 referente a mi pueblo que leí hace un tiempo. «Añora, a pesar de ser un pueblo pobre, tiene muchos miles de pesetas en el Banco de España, atiende perfectamente sus obligaciones y socorre con largueza las necesidades que padecen sus vecinos. Y es que lleva mucho tiempo de ser administrada por oscurantistas y retrógrados. Cuando se ilustren y progresen se quedarán sin un céntimo, tendrán sus obligaciones sin cumplir y el hambre llamará a las puertas de sus moradores».
Esta crónica contrapone los efectos de retrógrados 'versus' progresistas sobre la economía de un pueblo. El argentino Mariano Grondona afirmó, hace ya unos años, que «los populismos aman tanto a los pobres que los multiplican».
Hoy, si Sánchez consigue los apoyos necesarios, la alianza de perdedores garantizará un cogobierno populista-progresista simbiótico con la pobreza que Quevedo abrazó en su poema. Mañana, con 17 millones de españoles viviendo de lo público y sólo 14 del sector privado, con la mayor tasa de paro juvenil en la UE, aunque se intente disminuir con el subterfugio de los fijos discontinuos, y con los constantes anuncios de gasto público en cada ocasión que interesa desviar la atención sobre los errores y componendas de este Gobierno sátrapa y felón, más pronto que tarde, y como afirmaba el 'Cronista del Valle', este país se quedará sin un céntimo, tendrá sus obligaciones sin cumplir (pensiones sin ir más lejos) y el hambre llamará a las puertas de sus moradores. Ya se estima que un cuarto de la población española está en umbral de pobreza.
Bartolomé Madrid es diputado del PP por Córdoba y alcalde de Añora
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