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La Graílla

La rosa púrpura

Para que cerrasen las salas y quedase el hueco de las risas y los besos, fue necesario matar al cine mismo

Luis Miranda: Extrema derecha, calor extremo

Luis Miranda

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Entendieron el cine aquellos espectadores que corrían aterrorizados fuera de la sala cuando veían acercarse por la pantalla a una locomotora de tren humeante de vapor y velocidad: aunque la máquina no fuese a atropellarlos, aquello que veían sucedía para emocionarlos y para meterlos ... dentro de un mundo gigante que les abría un hueco para sentarse y mirar, como una realidad paralela y despegada de la grisura rutinaria y mediocre. Para que se cerrasen los cines y quedara en las salas huecas el espacio vacío donde flotan los restos de caídas cómicas y aventuras frenéticas, de besos arrebatados y de humo esculpido, de futuros inimaginables y llantos contagiosos, fue necesario matar al cine mismo.

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