La Graílla
Formas del mal
El dinero de los ERE se ha evaporado, pero queda el miedo andaluz al desamparo que lleva a suplicar ayuda a la Junta
Córdoba
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Iniciar sesiónHAY una semejanza y una diferencia entre la forma en que el PSOE ha defendido el fraude de los ERE de Andalucía y una de las mejores escenas, si es que las hay malas, de la segunda temporada de 'The Wire'. Es ... aquella en la que Frank Sobotka, el estibador polaco-americano que lucha contra la desaparición del trabajo físico que le dio sustento, se sincera ante una agente de la Policía que acaba de poner algo de interés en descubrir que distraía algunos de los contenedores que llegaban al puerto de Baltimore. «Sé que lo que hacía estaba mal», dice el personaje acorralado, «pero pensaba que hacía el mal por una buena causa». Beadie Russell, con la tristeza del que odia al delito y compadece al delincuente, le responde que no basta: «Hay muchas formas del mal».
Sus palabras se parecen a las que han pronunciado en estos días los que hoy hablan en nombre del partido que capitalizó el beneficio de aquellas ayudas fraudulentas, pero se diferencian sobre todo en el tono. Frank Sobotka es a esas alturas un hombre consciente de sus errores y de que pagará por ellos mucho más que la organización criminal a la que servía para ayudar a su profesión y a su sindicato. Como buen católico, lleva la culpa en la conciencia.
Los que estos días han contado que los ERE no fueron más que una forma rápida de ayudar a las personas, de mantener el empleo y de evitar un agujero social lo hacen con la sonrisa de quien sabe que no va a tener que pagar por aquello, pues ya lo han hecho otros, y siguen pensando que la idea de entregar dinero a empresas amigas y sindicatos afines sin ningún control y con el único criterio de la dirección del dedo incluso merece una medalla por su protección de los desfavorecidos. No terminarán tan mal como el viejo sindicalista, que no hacía más que encarnar la época en que los trabajadores del primer mundo podían hacer cosas con las manos.
El mucho dinero que se sacó del esfuerzo de los que nunca reciben un euro de ayudas aunque las merezcan se ha evaporado para siempre y en su lugar queda en Andalucía algo que no ha quitado la mayoría absoluta: lo que Ignacio Camacho llama el miedo al desamparo. La sensación de que en cualquier momento un reajuste de plantilla, una crisis o una deslocalización dejará en la calle a muchas familias. Por él se recurre a la comodidad de la función pública y por él iban los autobuses y las marchas a pie para pedir a la Junta de Andalucía que interviniese antes de que tanta gente se quedase en el arroyo.
Mamá autonomía llegaba rápida con su lluvia de millones, sobre todo cuando veía las siglas adecuadas en las pancartas, y a ver quién distinguía si estaba bien al no haber en esta tierra no había nuevas oportunidades para los que perdían su trabajo de siempre o si aquel escudo ilegal sirvió para crear una masa de trabajadores sin más horizonte que pedir dinero a la Administración a cambio de que supiesen agradecerlo en la urna.
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