La Graílla
Estado sin justicia
A los socialistas de Peñarroya les debía doler más que el fraude el saber que la dirección lo organizaba
Homo insipiens
Uno quiere creer
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Iniciar sesiónMucho peor que el delito es la certeza de que no se persigue y de quien tiene que perseguirlo se encoge de hombros, silba sin escuchar o hasta se ponen a aplaudir al responsable. Si pasa en un país, significa que el Estado está ... podrido, entregado sin contrapesos a la arbitrariedad de los que mandan o sometido al designio oscuro de unos maleantes.
Cuando sucede en el interior de un partido político el daño no es menor, pero sí que está en una fase distinta: si la dirección permite las trampas o se sospecha que incluso participa de ellas es ilegal y el problema primero lo tienen sus afiliados. Los que se benefician por tener al candidato que luego los sentará a su derecha, aunque sea lejos, callarán; los que prefieran a otro aspirante protestarán sin que nadie los escuche y de allí saldrá alguien a quien los ciudadanos votarán y en el futuro podrá comportarse con ellos como ha hecho con sus compañeros de partido.
Pasó en Peñarroya cuando los socialistas andaluces tenían que escoger para la candidatura a la Junta entre Susana Díaz, la representante del viejo partido que había dominado los pueblos, y Juan Espadas, que era el elegido de Pedro Sánchez. Cuando ya había terminado el plazo para hacer oficial el censo, desde la sede central de Ferraz les enviaron 50 solicitudes de alta, cuando en la agrupación eran 75 afiliados.
Una era la antigua alcaldesa ahora condenada y otros pocos residían en otros pueblos de cerca. Las solicitudes estaban escritas con la misma caligrafía y algunas correspondían a familiares y gente próxima a quienes se posicionaban para el nuevo futuro.
Debía doler más que el fraude saber que la dirección lo organizaba en vez de perseguirlo, pero ahí el asunto llegaba a otra fase, que es el momento en que los elegidos salen al escrutinio popular, y casi siempre sin que nadie sepa nada. El PSOE andaluz y Juan Espadas se ahogaron en la ola de la mayoría absoluta de Juanma Moreno en 2022, pero en la dirección del partido continuaban quienes habían rellenado las inscripciones sospechosas, los que se habían beneficiado y cuanto habían callado porque sabían que les convenía.
Llegaron las elecciones de 2023 y allí el problema caló al resto de la sociedad: quienes votaron al PSOE eligieron a diputados que estaban en las listas puestos por Sánchez y su gente. Eran los mismos que el miércoles pasado, cuando el presidente del Gobierno compareció en el Congreso acosado por la corrupción de todo lo que toca, le regalaron una aclamación de aplausos y vítores que él mismo tuvo que cortar cuando era demasiado larga, no se sabe si por aparentar la modestia que no conoció o por pura vergüenza ajena ante la humillación lacayuna de los subordinados. Del fraude y la trampa de una organización nace el Estado sin justicia que San Agustín asimilaba con una banda de ladrones. A quién va a extrañar que quiera amordazar a los jueces quien está acostumbrado a que le aplaudan por jugar sin reglas.
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