La Graílla

Clemencia y cicuta

Los cargos socialistas que en Córdoba defienden las ideas de Sánchez sin rechistar merecen más perdón que las protestas fingidas de García-Page

Hito andalucista

El juicio de la historia debería ser clemente con estos hombres y mujeres que en Córdoba deben defender las ideas de Pedro Sánchez y exponer sus argumentos. Clemencia no significa pasar la mano por el lomo ni decir que no se ha pasado ... nada cuando se han roto cosas importantes, sino aplicar la justicia con compasión y templanza, dice el diccionario.

Clemencia piden los condenados a muerte cuando se prueba que han cometido un delito castigado con la pena capital y clemencia tal vez tengan en el futuro los dirigentes y cargos electos socialistas que ahora han de tragarse lo que saben que es cicuta.

Mirando el mundo con esa lente sabrán que aunque Luis Planas y Rafi Crespín, diputados elegidos por Córdoba en las urnas del 23 de julio, hayan avalado la investidura en que Pedro Sánchez logra ser otra vez presidente del Gobierno con un pacto en que ofrenda la separación de poderes y la igualdad de los españoles ante la ley en el altar del poder, en realidad lo hacen con una disciplina en que lo que puede parecer poco agradable (la voluntad de permanecer en un puesto lucido y bien pagado, el gusto por seguir en el poder y por llevar razón, la ausencia de algo mejor) no es en realidad más que un problema estructural de la política de este tiempo. Los diputados, senadores y concejales de todos los partidos obedecen consignas de arriba mitad por no tener criterio y mitad por ser profesionales en una época en que la gente de que de verdad sirve no tiene interés en quemarse con una actividad no tan bien pagada como la empresa privada y mucho más expuesta.

Merecerán más piedad desde luego que el tal García-Page, que desde hace tiempo ya parece el más taimado y acérrimo de todos los sanchistas. Con el discurso de oponerse a los excesos de su jefe atrae los votos de los moderados que piensan que se le opondrá o que tenerlo de presidente en Castilla La Mancha merece la pena, y él tomará esos apoyos para seguir gruñendo y votar al mismo al que dice oponerse.

Quizá piense que la pose le favorece más que a los dirigentes que en la avenida del Aeropuerto se tragan protestas y banderas de España, pero al menos la cándida sinceridad del concejal de Pozoblanco y diputado provincial Rafael Villarreal es diáfana: puede parecerle que está mal, pero hay que seguir comiendo.

En esas anda también Antonio Hurtado, quizá la cara más visible de su partido en Córdoba, que opta por cambiar de tema y a cada crítica a la idea de perseguir a jueces en vez de a delincuentes probados contesta con esa hiperactividad suya denunciando tocones, baches y problemas en la gestión del Ayuntamiento, que sí, en realidad es para lo que le pagan. Recuerda un poco aquel chiste viejo del tipo al que la legítima le pregunta de dónde viene a esas horas y tan perjudicado. El hombre, que algo ve a pesar de las copas contesta que quién es ese que está en la cama, pero la mujer sigue firme: «No me cambies de conversación...»

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