Cultura
Juan Miguel Moreno Calderón: «He querido transmitir mi propia pasión por el piano y por los pianistas»
El impulsor del festival Rafael Orozco y exdirector del Conservatorio dedica un libro a los intérpretes que dejaron huella en el instrumento
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Córdoba
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Iniciar sesiónMucho antes que concejal, coordinador general de Políticas Culturales del Ayuntamiento de Córdoba y hasta que director del conservatorio, Juan Miguel Moreno Calderón fue un notable pianista, y nunca ha dejado de trabajar por la música. El ejemplo está en el Festival Rafael Orozco ... , que impulsa y dirige desde hace dos décadas, o la tesis dedicada al intérprete cordobés.
Ahora acaba de publicar con el sello Berenice la obra 'Pianistas que dejaron huella', donde analiza el trabajo de los grandes intérpretes del instrumento a lo largo del siglo XX, coincidiendo con la etapa de las grandes grabaciones.
-¿Qué hace extraordinario a un pianista?
- La capacidad de llegar al público y que la experiencia para el público de escuchar a ese intérprete sea duradera.
-¿A cuál admira más de los que aparecen en el libro?
- Quizás porque desde pequeño estaba muy acostumbrado a escuchar sus discos, porque los tenía mi padre en casa, a Rubinstein. Después descubrí a Horowitz, que me fascinaba, me fascina. Y quizás por lo completo que es, por lo auténtico que tienen sus interpretaciones, Claudio Arrau. Creo que serían los tres pianistas históricos que más presentes tengo. Pero después hay otros como Cortot. De época más reciente, muchos de los pianistas de la escuela ruso-soviética, especialmente Richter, Dillers y Ashkenazi.
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-A la hora de interpretar, ¿todo es técnica?
- No, no, no. La técnica es el sustento. Cuando se dispone de una técnica completa, es cuando se está en disposición de poder expresar la música tal y como crees que debes hacerlo. Como decía Newhouse, la seguridad es la base de la libertad. Si tú tienes seguridad técnica, puedes ser libre para escoger cómo quieres hacer la interpretación. Si estás limitado, la interpretación va a estar condicionada a tus propias limitaciones, y eso no puede ocurrir.
-¿Hay también algo de inspiración?
-Cada momento es irrepetible, porque la música pasa en un momento concreto. Hay que pensar que, a diferencia de otras artes, que las podemos contemplar en cualquier momento y están de manera permanente, la música es el momento. Por eso, muchas veces, los discos no podemos tampoco sacralizarlos, porque permiten que se hagan varias tomas. En la vida real, cuando se va a un concierto, es un momento único e irrepetible. Esa fue la razón por la que Glenn Gould, en un momento determinado, dijo que no iba a tocar en conciertos, porque buscaba una perfección y pensaba que no se la podía dar esa posibilidad que siempre existe en un momento determinado. Son dos visiones distintas. Hay, por el contrario otros pianistas a los que no les gustaban los estudios de grabación porque se sentían mucho más a gusto ante el público, y que el público les transmitía esa energía y esa fuerza para hacer la música. La inspiración es muy importante, pero también el control.
-Un pianista se sienta al piano delante de una partitura, delante de un concierto o de una sonata. ¿Qué porcentaje le corresponde a él, que no haya hecho el compositor?
-Esa es una gran pregunta que se ha estado siempre sobrevolando el concepto de interpretación. Es decir, dónde termina la labor del compositor, que deja su voluntad en una partitura, que tiene muchos limitaciones. El mediador, el intérprete, tiene que recrear, darle vida. En la época romántica, cuando todo giraba en torno a la figura del intérprete, había muchas libertades y una manera de concebir la interpretación en función del gusto y de cómo el intérprete lo veía. Con el objetivismo a partir de los años 50, con autores como Pollini y Ashkenazi, hay una mentalidad de poner en el centro de toda la acción interpretativa el texto original. Sobre las partituras originales el intérprete tiene que estar lo mejor informado posible, lo que llamamos históricamente bien informado. La información la dan los manuscritos originales y primeras ediciones para tener la información más fidedigna posible de lo que tú creas que el compositor quería decir. Son como los dos polos en los que ha transcurrido el sentido de la interpretación general.
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-¿Y dónde está el margen? Porque una nota es una nota y una corchea hay que hacerla como corchea, no como negra o semicorchea.
-Por muchas indicaciones que tú pongas, de tempo, dinámica, de lógica, de fraseo, de articulación, la partitura puede irse refinando o completando más, pero no dejan de ser grafismos que no tienen vida de por sí. La vida se la tienes que dar tú. Y ahí es donde entra la grandeza del intérprete cuando le da vida, y que esté siendo respetuoso con el compositor, esté siendo convincente y, además, esté siendo capaz de llevar a esa genialidad de la compositor al público. Hay quien lo consigue más y quien lo consigue menos. Esa discusión permanecerá por siempre. Por eso se habla de pianistas más ortodoxos, y pianistas que son personalistas, individualistas, muy heterodoxos. Normalmente hay unos cánones interpretativos muy asentados y cuando hay alguien que de alguna forma se enfrenta a ellos o propone alternativas, suele causar mucha impresión. Esto fue, por ejemplo, lo que ocurrió en 1955 cuando apareció el disco de las 'Variaciones Goldberg' de Bach por Glenn Gould. Fue como un aldabonazo, algo que conmovió al mundo musical. Tenía una visión de Bach totalmente diferente a la que había sido la de pianistas anteriores, como Edwin Fischer, por ejemplo, que fue el primero en grabar el 'Clave bien temperado'.
«Independientemente de lo que nos pueda parecer el régimen de la URSS, en la enseñanza musical y especialmente del piano acertaron de pleno»
-¿Cómo ha planteado el libro?
-Son semblanzas, retratos musicales que se hacen de estos 42 pianistas. No son biografías al uso, evidentemente, porque no daría espacio en 400 páginas, sino que se trata de pintar musicalmente a un artista, cuáles han sido sus fortalezas, dónde ha brillado más, por qué tiene un sitio en la historia, por qué ha dejado huella. Se hace entrelazando la opinión y la información, y sobre todo con un sustento muy grande en los medios fonográficos. Esta es la razón por la que yo me decanté por trabajar sobre el siglo XX, porque en el XIX hay pianistas fantásticos de los que sabemos muchas cosas, pero de los que no tenemos documentos sonoros, porque no existían. No se debe sacralizar el valor de la fonografía, pero como fuente es la más importante de la que disponemos, eso es indiscutible.
- ¿Alguna sorpresa?
-Tiene un sentido cronológico empezando por Rajmáninov, al que todo el mundo conoce como compositor, pero mucha gente no sabe que fue un pianista muy conocido en su época, y de ahí a 42 de los muchos pianistas que protagonizan esta historia. Representan a todas las grandes generaciones pianísticas que ha habido durante el siglo XX. Y en torno a esos retratos musicales de estos pianistas, se entrelaza la opinión y la información, se hacen recomendaciones de grabaciones que pueden ser especialmente destacables, se van también introduciendo temas que tienen que ver con el concepto de la escuela, con la evolución de la interpretación, con cómo se ha concebido la interpretación de Bach al piano, teniendo en cuenta que Bach compuso para instrumentos de teclado anteriores. Se habla de la relación de la mujer y el piano, que hoy en día es un tema muy normalizado, pero que en otros tiempos no lo era tanto, y por eso hay mucho más pianistas hombres. Se habla también de cómo incidieron en determinados regímenes políticos, especialmente en el nazismo y la Unión Soviética. Después hay cuestiones más puntuales. Por ejemplo, la concepción de Chopin que hay desde Rubinstein en adelante a la que había hacia atrás, en los pianistas anteriores. Se comentan momentos especialmente interesantes, por ejemplo, cuando Ashkenazi consigue, sin desertar, abandonar la Unión Soviética, y como la Unión Soviética se abre ya en la época de Kruschev, a que sus mejores pianistas viajasen a Occidente, cosa que en época de Stalin no había ocurrido.
- ¿Influyó la política?
- Aparece en el sentido de cómo condiciona la vida de los artistas, teniendo en cuenta, por ejemplo, que la escuela ruso-soviética fue formidable. Independientemente de lo que nos pueda parecer el régimen comunista de la URSS, es evidente que en la enseñanza musical y especialmente del piano, acertaron de pleno, porque los pianistas rusos en los años 50 y 60 es que arrasaban en todos los concursos internacionales. Se habla también de los concursos, qué importancia tienen. Hay carreras rotas, en unos casos por enfermedad y en otros por muerte, pero también en otros porque la propia idiosincrasia de una carrera de un intérprete está muy sujeta a altibajos, está sujeta al mánager que tiene, a la promoción, a muchas circunstancias.
-¿A qué publico se dirige?
-Trato de dirigirme a un amplio sector del público, evidentemente a los que le gusta la música clásica y el piano, pero no desde un punto de vista académico, sino en un plano muy divulgativo. Lo que se trata es de llevar el interés al lector, que es el lector que está interesado por la música, que va a conciertos, que va al festival de piano, que va a la orquesta. Hoy tenemos acceso prácticamente a todo. Hay que tener en cuenta que los jóvenes pianistas tienen una cultura pianística muy reciente, de los fenómenos de hoy, pero el sentido de la historia se va perdiendo con la forma de las nuevas tecnologías de sacar producto. Vamos al día y perdemos la perspectiva del tiempo. Puede ser útil para profesores del conservatorio y estudiantes, para melómanos y para quienes entienden más y quienes entienden menos. Es un libro muy abierto a transmitir a los demás mi propia pasión por el piano y por los pianistas.
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