El viaje de León a Córdoba

Astorga es la antigua Asturica Augusta romana. Tan romana como la Colonia Patricia Corduba, la Córdoba actual, fundada previamente. Fue el emperador Augusto el que nos dio el nombre de Colonia Patricia, el mismo que fundó Astorga. Córdoba fue capital de toda una provincia, la Bética, mientras que Astorga lo fue de una pequeña parte de la Tarraconense, pero ambas fueron ciudades plenamente romanizadas y los valores y las señas de identidad de esa civilización se quedaron en el alma de ambas ciudades y se transmitieron a sucesivas generaciones.

Luego, en el siglo IX, Alfonso III de León acogió a los mozárabes cordobeses que huían de la persecución de Abderramán II y les concedió el monasterio de San Facundo, a orillas del Cea, germen de futuras fundaciones. Siglos después fue Fernando III el Santo, el rey que unificó definitivamente Castilla y León, quien reconquistó Córdoba en 1236.

San Fernando llegó con su ejército por la Ruta de la Plata, imaginamos el mismo camino traído por el nuevo obispo. El monarca no sólo devolvió a Córdoba a la Cristiandad, con una capitulación modélica respetando la vida de los vencidos, sino que le dio un nuevo impulso, otorgándole fuero de ciudad, creando sus barrios e instituciones y repoblándola con leoneses, burgaleses, toledanos, asturianos, gallegos y navarros que vinieron a habitar una ciudad vacía tras la salida de los musulmanes. Y fue el Rey Santo quien le concedió sello, precisamente con la figura de un león rampante coronado, escudo que fue de la ciudad hasta 1983 y lo sigue siendo de la provincia.

Y una curiosidad investigada por Manuel Estévez sobre la conexión histórica entre las Diócesis de Astorga y Córdoba: Juan Alonso de Astorga, bachiller en Decretos, fue uno de los primeros e importantes donantes de libros al Archivo de la Catedral de Córdoba, enriqueciéndolo con libros antiquísimos, códices y manuscritos. Falleció en Córdoba en 1505, siendo canónigo de nuestra Catedral desde 1488 y habiéndolo sido antes de la astorgana.

En fin, en esta semana inicial de su pontificado, don Jesús Fernández ha dado sus primeros pasos elogiándose por todas partes su sencillez y cercanía. Buena suerte y bienvenido a Córdoba, ciudad siempre de acogidas espléndidas a la espera de comportamientos ejemplares.