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Julio Merino 'in memoriam'

Fue uno de los grandes de la prensa española, de desbordante personalidad y capacidad de trabajo hasta el final

Nuestros pueblos: visitando Belalcázar

El pasado miércoles falleció en Córdoba, con 85 años, el periodista y escritor Julio Merino, nacido en Nueva Carteya. Uno de los grandes de la prensa española en su momento y, siempre, de desbordante personalidad y capacidad de trabajo hasta el final. Murió con ... las botas puestas, escribiendo y preparando el estreno de su drama 'Napoleón'.

Primero maestro, luego se trasladó a Madrid a la Escuela Oficial de Periodismo, donde se graduó en 1964 como número 1 de la 'Promoción Tokio'. Fue redactor de Arriba, subdirector de Pueblo y director de la agencia Pyresa. En 1978 pasó a dirigir El Imparcial y después también el Diari de Barcelona y El Heraldo Español. Posteriormente colaboró como investigador del programa de radio 'Supergarcía' de su amigo José María García.

Todo esto lo alternó con la docencia en la Escuela Oficial de Periodismo y con galardones como el Premio Nacional Juan Valera, por una biografía que hizo del escritor de Cabra; el Premio Nacional de la Crítica Cinematográfica por sus artículos sobre la película '¿Quién teme a Virginia Wolf?'; y el Premio Nacional de Teatro por su obra 'La tragedia de Séneca'.

Sobre su carácter de hombre valiente y de coraje, ha escrito Juan Luis Galiacho: «Era capaz de subir a los despachos de las plantas nobles de la cadena Cope o de Onda Cero y enfrentarse a los directivos cara a cara y el único capaz de entrar sin permiso en el despacho de Emilio Romero, todopoderoso director de Pueblo».

A principios de este siglo dejó Madrid y regresó a Córdoba. Quería reencontrarse con su juventud y seguir escribiendo. Entonces lo conocí, en la Real Academia, y le acompañé en la presentación de libros y conferencias.

Admiré su independencia política y su clarividencia para señalar las incongruencias de España y los errores de izquierda y derecha, y me fascinaba su ritual de beber una copita de vino en la comida y un cubata sin hielo por las tardes, antes de escribir y pensar. Es de las personas que te enriquecen con su trato.

Antonio Gil, con el que Julio y yo compartimos muchos momentos, ha escrito estos días: «Conocí a Julio Merino en los albores de mi profesión periodística y, desde entonces, le he profesado una profunda admiración. Periodista de raza, corazón de oro, alma de gigante, antena de todos los vientos, luchador nato por la verdad y la libertad, incansable buceador en los procelosos mares de la historia, cuyas heridas hizo suyas y cuyos lamentos empaparon siempre su vida de hombre creyente en las 'alturas divinas'. Por eso, el Dios Padre de ternuras y bondades, habrá acogido a Julio con un abrazo tan grande que le habrá hecho gritar para asombro de ángeles y mártires: '¡Esta es la Gran Noticia que tanto esperaba!'». Descansa en paz Julio.

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