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La iglesia fernandina perdida

De la histórica parroquia de San Nicolás y San Eulogio de la Ajerquía solo se conserva su portada

Publicaba la pasada semana ABC una buena crónica de Luis Miranda sobre la Hermandad de la Oración en el Huerto, cuya primera documentación data de 1607. Fue, en aquella Semana Santa, la única cofradía de penitencia no nacida en un convento sino en una ... parroquia, San Nicolás de la Ajerquía, la cual siempre me ha llamado la atención con sus muros encalados mirando al Guadalquivir, cuyas crecidas fueron la causa de su final. Les cuento.

Fue cabecera de la collación con dicho nombre, creada por Fernando III. Se le llamó de la Ajerquía para distinguirla de la homónima alzada en la Villa. San Nicolás de Bari, su titular, obispo del siglo IV, era muy popular en la Edad Media por ser patrono, entre otros oficios, de los comerciantes, razón por la que hubo dos templos suyos en Córdoba y otro en la Sevilla de la reconquista fernandina.

Al de San Nicolás se le unió en 1642 el nombre de San Eulogio y popularmente se le conocía como San Nicolás del Río. Su barrio, el más meridional de la Ajerquía, englobaba calles tan notables como Lineros, Lucano, Feria (hoy San Fernando), Mucho Trigo, Armas, Candelaria o la plaza del Potro.

Tenía tres naves, siendo una iglesia de proporciones reducidas y con un techo bajo, con muchas columnas, lejos de la grandeza de San Nicolás de la Villa. En la nave del Evangelio, entre la sacristía y el altar mayor estaba la capilla de Nuestra Señora del Rosario, santa Lucía y san José, también con hermandad que se encargaba de enterrar a los ajusticiados. En esa nave estaba el altar de Nuestro Padre Jesús de la Oración en el Huerto con su hermandad.

En el exterior del templo había unos azulejos con referencias al nivel de las aguas que alcanzó el Guadalquivir en las inundaciones de sucesivos siglos, cuando no existía el murallón de la Ribera. Muy fuertes resultaron las de diciembre de 1876 y enero de 1877, llegando a medio metro la altura del agua dentro del templo. El Obispado la cerró y trasladó a la iglesia que sobrevivía del convento de San Pedro el Real, que desde entonces es la parroquia de San Francisco y San Eulogio.

Sabemos que el 4 de enero de 1877 se celebró el funeral de una mujer, uno de los últimos actos litúrgicos celebrados allí, porque el 14 de febrero la prensa informaba del traslado de sus campanas, una a Santiago y las otras dos a San Francisco. A esta se llevaron también los archivos, las imágenes y las hermandades, así como la pila bautismal.

Hoy sólo perviven las fachadas, que en su frontón aún conservan el escudo de la parroquia: la mitra y el báculo de obispo. Nada queda de su techumbre, ni de su interior, usado como garaje particular. Junto con la de El Salvador y la de Todos los Santos, de las que no quedan ni los muros, es la única iglesia fernandina perdida.

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