LIBRE DIRECTO
Córdoba, ciudad de leyendas
«Solo una ciudad con una historia tan rica y tan dilatada como Córdoba puede generar estos relatos»
La Córdoba de Las Tendillas
Córdoba
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Iniciar sesiónInvitado por la Asociación de Alumnos y Exalumnos del Centro Intergeneracional de la Universidad de Córdoba que preside Rafael Santos y presentado por mi amigo Antonio Cuesta, director de la Editorial Almuzara, el pasado viernes tuve el honor de impartir la conferencia: 'Historias de ... Córdoba: entre la historia y la leyenda'. Escogí doce de esas leyendas e historias, teniendo todas un poso de realidad y mayor o menor dosis de fantasía. Solo una ciudad con una historia tan rica y tan dilatada como Córdoba puede generar estos relatos.
Contamos la historia de los siete infantes de Lara, el más antiguo de los cantares de gesta castellanos, en buena parte ambientado en la Córdoba del siglo X, con las desventuras del traicionado Gonzalo Gustioz, la muerte de sus hijos y la piedad de Almanzor. Hablamos de una sangrienta noche de 1448, cuando Fernando Alonso de Córdoba, señor de Belmonte, asesinó a su mujer y al amante de ésta, comendador de Alcántara, y a dos personas más en su casa de la hoy plaza del conde de Priego.
Por allí pasó la leyenda del 'feroz' caimán del santuario de la Fuensanta, en verdad un exvoto traído por un indiano. Y, por supuesto, la leyenda de la encantada del palacio de Orive, la niña doña Blanca perdida entre sus muros.
La Mezquita-Catedral es generadora de historias, como la de la columna del cautivo; el cuadro milagroso de San Cristóbal; la columna que huele a azufre y se decía que comunicaba con el infierno; el buey que reventó, en realidad símbolo del evangelista san Lucas; o la Fuente del Olivo en el Patio de los Naranjos y su capacidad para ennoviar a las mocitas cordobesas.
Hablamos de las 'presencias' misteriosas en Derecho y Filosofía y Letras, vinculadas a su pasado como hospitales. Recordamos las historias de Medina Azahara y su monte plantado de almendros. Y terminamos con la batalla del Campo de la Verdad en 1368, que generó el nombre de un barrio («Al campo vamos, señora, y allí se verá la verdad»), de un polígono (Amargacena) y del privilegio de doblar por difuntos, en la Catedral, la campana Cepa.
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