La calumnia y la verdad

Hace cuatro meses la noticia saltó con gran revuelo a los medios de comunicación guiados, sobre todo, por un audio que se hizo viral y que partía de una amiga de la supuesta víctima. En él daba todo lujo de detalles vejatorios y acusatorios del supuesto incidente, señalando por sus nombres al local y al supuesto agresor. Hubo quienes incluso en redes sociales picaron el anzuelo de la, a la postre, calumnia y denuncia falsa y publicaron inmediatamente la foto del denunciado, acompañándola de durísimos juicios de valor.

Hablamos de un negocio y unas personas que llevan años acreditando una intachable trayectoria en el ocio nocturno cordobés. Pero ni eso les valió para que el gen de la envidia, el chismorreo y la difamación, que parece llevamos los españoles dentro, cuestionase su inocencia y les hiciera pasar días terriblemente aciagos, donde la familia y los amigos fueron sus principales valedores. Pero la Policía Nacional actuó rápidamente y comprobó en el visionado de las cámaras que las imágenes corroboran la versión del acusado y en absoluto la de la denunciante. Y los forenses, luego, concluyeron que la detección de trazas de morfina no tenía que ver con la supuesta sumisión química sino por la simple ingesta voluntaria de algún producto que, en su trazabilidad, pudiera contener también metabolitos de morfina.

Independientemente de los recursos legales que existen para poner en su sitio a los difamadores, el mejor antídoto contra la calumnia es la verdad. Al final, la verdad brilla en la caverna de la calumnia, libera y convierte en héroe al que ha sufrido la injusta difamación, le devuelve el honor cuestionado… y de paso obliga a reflexionar a quienes se apresuran a prejuzgar y condenar, sin respetar el principio de inocencia.