Mayo en Córdoba

Este año no hemos tenido Cata. ¡Bueno! Analicémoslo por la cara positiva. El respeto por el vino lo recibí de mi padre. Él mimaba la bodega como si fuese un santuario. Rosales en los alrededores, el albero del suelo siempre limpio y las esteras de esparto de las ventanas siempre dispuestas para proteger del sol a las botas. Ese es el ambiente que reclama el vino de mi pueblo. Espero que la decisión de suprimir la Cata este año sea el origen de una Cata diferente. Menos agobiante, donde se pueda tener una buena conversación sin necesidad de gritar, sin tener que hacer cola para entrar y los más parecida a una gran 'sacristía' de bodega. Puede que esté tirando por elevación, pero el vino de mi tierra, Montilla, merece lo mejor.

En el mayo cordobés también están las Cruces. Algo a lo que convendría darle un buen repaso para evitar que lo que es una tradición que da categoría a Córdoba, se convierta en un botellón que nada positivo dice de nuestra ciudad.

Por último, están los Patios. Un lujo para cualquier ciudad. Pero hay que cuidar esa fiesta para que sus responsables y propietarios no se desanimen en mantenerla. Es responsabilidad de todos el que los Patios no sean una carga insuperable para sus dueños.

Córdoba celebra este año el centenario de las Cruces de Mayo. Para poder celebrarlo muchos años más, no solo las Cruces, sino la Cata y los Patios, es necesario que los ciudadanos no permitamos que llegue a Córdoba ese interés que tienen algunos de arrastrar a la sociedad española a la polarización, impidiendo el trabajo unido de todos.