Pasar el rato
El perdonamuertes
España haría bien en declararse independiente de la parte independentista de Cataluña, y proclamarse política y culturalmente integrada en la otra
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Iniciar sesión¿Puede el presidente del Gobierno tomar una decisión injusta, ilegal, inmoral y perjudicial para España? Puede, porque lo hecho muchas veces, sin más consecuencias que aumentar su fatuidad y el número de votos. ¿Puede el Tribunal Constitucional tomar una decisión etc. etc.? ... Puede, porque el Tribunal Constitucional se ha convertido en la voz de su amo, y habla por boca de ganso con poder. ¿Puede la rolliza presidenta del Congreso de los Diputados, el Congreso mismo, la vicepresidenta suntuaria del Gobierno, el sombrío ministro del Interior, la Generalidad de Cataluña, los ecos feministas de Pablo Iglesias? Pueden, porque varios millones de españoles han decidido que España sí paga traidores. ¿Le queda a la raquítica soberanía del pueblo español alguna reacción, un papel más digno que el de ser carne de cañón de los tres poderes del Estado? Los críticos más vociferantes proponen el mismo camino que en el pasado siguieron distintos pueblos para oponerse a la tiranía: la revolución. La revolución tuvo su tiempo de esplendor histórico, pero hay que desaconsejarla. Una revolución es un asunto de sangre, se trata de saber quién la pone. Se trata, sobre todo, de saber que la sangre no se puede limpiar nunca. Como le sucedió a Macbeth con el asesinato del rey Duncan, la revolución mancha irremediablemente las manos y acaba matando el sueño. El océano entero no puede lavar las manos ensangrentadas del cineasta Ternera o del votante Txapote, que son modelos de revolucionarios por la espalda. Será mejor que la ira del noble pueblo español busque caminos más apropiados y menos sucios.
Anteayer, domingo, muchísimos españoles se manifestaron en Barcelona, hartos y dignos. Exigen que a los puigdemoníacos y a los junquerianos no se les recompense, encima, por sus delitos. Que sean juzgados conforme a las leyes anteriores y el desprecio posterior. Los políticos independentistas catalanes, tan pesados, son la única variedad de la especie humana que permanece culturalmente en los instintos de nacimiento: chupar y llorar. Nadie los ha desarrollado como ellos. Y eso les ha impedido aprender otras cosas, que hacen del hombre un ser distinto y tratable: hablar, leer y escribir. El nacionalismo, ha escrito el gran filósofo andaluz Emilio Lledó, «es una máquina de cultivar ignorancia». La sección independentista de Cataluña nos roba, y para taparlo, nos acusan a nosotros y le piden dinero a Sánchez, que viene de Europa. España haría bien en declararse independiente de la parte independentista de Cataluña, y proclamarse política y culturalmente integrada en la otra. Yo soy la otra, la otra, y a España tengo derecho. Si Jordi Pujol –don Jorgito el catalán- y Andoni Ortúzar son prototipos de razas superiores, entonces Paquirrín es Ortega y Gasset. No hay que hacerse ilusiones. La oposición parece estar despertando del psicoanálisis de su complejo de inferioridad, y da muestras de tener alguna inteligencia política. ¿Habrá tenido efecto la terapia? Por el momento, todo se le va en palabras. A ver si llegan los hechos, y vemos a Yolanda Díaz de fija discontinua en un supermercado.
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