PASAR EL RATO

La madre que no lo parió

Vista aérea del Parque de Colón VALERIO MERINO

La derecha y la izquierda, incluidos sus extremos; creyentes y no creyentes; blancos, negros, amarillos; maestros y discípulos; leídos y analfabetos, todos coinciden sin reservas en el primer principio natural que rige la especie humana: los trámites para la perpetuación de la raza no ... son complicados y están al alcance de casi todas las fortunas de la entrepierna.

No exigen especialización profesional, y llevan aparejado un nivel de satisfacción que invita a repetir. La metafísica rural considera que ese instinto no tiene enmienda, aunque pueda civilizarse. Algunos usuarios lo subliman escribiendo poesía. «Quiero varar de nuevo tu cadera». La técnica empleada es la misma para engendrar a Shakespeare o a Pedro Sánchez. Y la evolución del producto interior bruto va a depender de su calidad y de las circunstancias. En el caso de Sánchez han influido más las circunstancias. De lo dicho hasta aquí no se infiere que el resultado de la operación autorice a calificar de padre o de madre a los actuantes. No hay que confundir al mecánico con el artista creador. Y la maternidad es un arte único que ningún laboratorio podrá nunca imitar. El hombre y la mujer se dejan llevar por la naturaleza, y la naturaleza se encarga de completar el impulso. Nueve meses acostumbra a tardar la naturaleza, el arte lleva su tiempo. Y aun así, a veces le salen cosas como el ministro de Transportes.

Era en Córdoba la noche del viernes pasado. No recuerdo si llovía. En la confluencia de la plaza de Colón con la calle Osario, un niño de 18 meses lloraba dentro de un coche allí aparcado. La mujer que lo parió lo había abandonado, para ir de su falta de corazón a sus asuntos. Eso le será tenido en cuenta al final. Porque al principio, la Fiscalía ordenó su detención.

El niño lloraba y la ciudad no lo oía. Lo rescataron los bomberos, cuando se anunciaba la luz y al pobrecito se le estaban agotando las pilas. La mujer que lo parió se fue por la mañana al depósito municipal de coches para recuperar su vehículo. ¿Qué otra cosa podía tener interés en recuperar, ahíta de vino malo como iba? Un niño más, ¿qué importa al mundo? Esa mujer desalmada que lo parió no es su madre. Es un animal de vientre, con el mismo refinamiento sentimental que una lavadora o una máquina de café. El título de madre hay que ganárselo, y lo concede el corazón, no el útero.

A pocos metros del niñito abandonado, otros colegas con más fortuna disfrutaban de la luz y las canciones de la Navidad cordobesa. Sus madres los llevaban de la mano, y de vez en cuando, los miraban y sonreían. Y los abrazaban y los besaban. Sin ningún motivo, sólo porque eran sus hijos, sólo porque eran sus madres. Y la vida discurría plácidamente por Cruz Conde y las Tendillas, dentro de sus pequeños corazones satisfechos. El niñito de esta historia ya ha sufrido lo suficiente para merecer una suerte mejor. Para encontrar un corazón de mujer sin límites de generosidad. Una mujer que moriría antes que abandonarlo. Una madre, no una vagina progresista. La madre que no lo parió.

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