pasar el rato
Insultos vulgares
A los plenos municipales hay que acudir con todas las exigencias de la naturaleza hechas en casa
La guitarra
Policía Local
Córdoba
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Iniciar sesiónMe gustas cuando callas, porque me desconciertas. El silencio es la mejor compañía de la inteligencia. Si a eso añadimos que el arte de injuriar es una característica de los cerebros mayores de la política y la literatura, nos resultará más fácil entender una reciente ... trifulca entre concejales del Ayuntamiento de Córdoba. Ahora que esta ciudad parecía remontar en algunas áreas de la economía, desciende hasta la insignificancia en el debate municipal. El Ejército como fuente de riqueza para Córdoba, quién se lo iba a decir a Pablo Iglesias. Aunque es preferible que nadie se lo diga, porque presentaría su candidatura a la explotación del bar de oficiales.
Y el Ayuntamiento como corruptor de la oratoria, a imitación del Congreso de los Diputados. Durante el pleno del pasado jueves, un concejal llamó inculta a una concejala, quien, para desmentirlo, calificó de nazi y misógino al autor del pellizquito. El tiempo perdido en esas vaciedades debería ser descontado de su salario a ambos próceres. La flatulencia retórica no puede salir gratis.
A los plenos municipales hay que acudir con todas las exigencias de la naturaleza satisfechas en casa. Y si no, va uno a desahogarse ante el espejo de los lavabos consistoriales, y luego se incorpora a la sesión. Hay palabras que una persona sensible no utiliza jamás para insultar. Porque están más sobadas que el franquismo y contribuyen a vulgarizar el debate; necedades para darle gusto al sector más menesteroso de la parroquia. Y no doy la lista porque la enseñanza se paga aparte del periódico. Sigue teniendo más dignidad intelectual un contundente ¡gilipollas!, que conserva toda su eufonía descalificadora, siempre que se pronuncie con el tono justo.
Incluso sin conocer su significado, el oyente sospecha que está ante algo serio, por la fuerza que viene de la ge del principio y la elle del final, unidas por una pe explosiva. Faulkner, que detestaba a Hemingway, dijo del autor de 'El viejo y el mar' que nunca arriesgó literariamente, y no usaba palabras que obligaran al lector a buscar en un diccionario. Sin llegar al extremo de que los concejales del Ayuntamiento de Córdoba tengan que acudir a los plenos provistos de diccionario, para entender las intervenciones de la portavoz de VOX y el portavoz del PSOE, nunca viene mal a los insultos un poco de nivel.
El arte rebaja la agresividad. No es lo mismo llamar nazi al malavenido, que sugerir que parece proclive a la saponificación del adversario. Como resulta evidente que la felicidad de su señoría no proviene de la falta de camisa, debo atribuirla a la falta de lecturas. -¡Azuzón! -¡Hastiosa! -¡Chirle! -¡Hebén! Y por ahí seguido. Así evitaremos que algún experto se refiera a la tasa de basuras como una decisión tributaria resiliente y sostenible, que son adjetivos del sanchismo cultural que harían vomitar a Góngora.
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