Pasar el rato

De colillas

La colilla es una metáfora de la política española actual. Córdoba acaba de enseñárnoslo

José Javier Amorós: Dudando

José Javier Amorós: Lenguaje electoral

Un cigarrillo es el placer perfecto, según Oscar Wilde, porque es exquisito y deja insatisfecho. En algún otro fumador he leído, o me lo he inventado, que viene a ser lo mismo, que la perfección placentera está en el ayuntamiento de la ... insatisfacción con la brevedad. También este artículo es breve y deja insatisfecho a su autor, pero no por eso podemos calificarlo de placer perfecto. Porque le falta la exquisitez.

Lo que queda del placer perfecto, una vez solidificados los pulmones, se llama colilla. Cada residuo de los distintos placeres tiene un nombre distinto. Lo que queda del botellón se llama resaca, lo que queda de la cópula transeúnte o mercenaria se llama gonorrea, y lo que queda de la literatura aburrida y pretenciosa es el ridículo. O un premio. Y así sucesivamente.

La diferencia entre el cigarrillo y su colilla está en el destinatario de los daños causados. El individuo o la sociedad. Una colilla tiene capacidad para matar ella sola más gente que un cigarrillo. La España incendiada de este verano lo demuestra. El pasado miércoles empezó a arder la Sierra de Córdoba, tan imponente, tan hermosa, parece que por culpa de una colilla desaprensiva. El incendio se declaró en el Lagar de la Cruz, cerca del colegio La Aduana.

No parece exagerado decir que los bienes y las vidas de los vecinos de esa zona estuvieron a merced de una colilla. Otra vez lo de las pequeñas causas y los grandes efectos. Una colilla puede tomarse la pena de matarme, a mí, que nunca me he tomado la pena de fumar. Fueron cuatro o cinco hectáreas como teas, y el fuego no llegó a más porque los profesionales de su extinción hicieron un trabajo admirable. Que Dios se lo premie, dentro de no menos de cien años, con una vida eterna fresquita y con agua abundante. El vino lo llevarán de aquí, supongo.

La colilla es una metáfora de la política española actual. Córdoba acaba de enseñárnoslo. Córdoba abunda en metáforas, tierra de poesía, y como tiene tantas, no le duele desprenderse de algunas. Madre y maestra, que se la ha caído a usted una metáfora. No importa, joven, cójala si quiere, yo tengo muchas más. Desde la doctrina sanitaria de los culillos, ya glosada, a la teoría política de las colillas, que hoy se incorpora.

Todo el saber humano está aquí. Pedro Sánchez ha llenado su partido de colillas incendiarias, restos inútiles y perjudiciales de una organización otrora decorosa. España lleva cinco años con la personalidad en llamas por culpa de una colilla con doctorado.

El PSOE de Sánchez colillero se nutre de zarandajas socialistas, que se proponen al votante sumiso y fumador como grandes figuras de la historia del partido. Así, Adriana Lastra o Dolores Delgado. Y desde ayer mismo, Patxi López, que ha vuelto porque estaba sin fumar del todo. Si él y una tal María Jesús Montero, ministra de Hacienda, una colilla con graves dificultades de expresión oral, son los pesos pesados de este PSOE de colillas, asusta pensar cómo serán los pesos livianos. Sólo nos falta que Núñez Feijoo, el bilingüista cordial del PP, que se equivoca de tecla y vota a favor de Pedro Sánchez, sea también una colilla socialdemócrata triunfadora.

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