DESDE SIMBLIA
Duque de Alba
Su lealtad nunca le impidió expresar lo que pensaba, aunque ello molestase al mismísimo Rey
José Calvo Poyato: 'Por encima del hombro'
Córdoba
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Iniciar sesiónEl III duque de Alba, don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel es uno de los grandes personajes de nuestra historia a quien la Leyenda Negra estigmatizó con saña. Lo hizo de tal modo que aquel relato, sigue hoy vivo en los Países ... Bajos, donde se asusta a los niños con que viene el duque de Alba. Allí es quien sustituye al coco. La realidad es que fue el mejor general de su tiempo y sus credenciales militares lo acreditan como uno de los mejores de todos los tiempos.
Don Fernando fue un hombre de su época, imbuido de los valores que la caracterizaron, y que mantuvo una férrea lealtad a los dos reyes a quienes sirvió: Carlos I y Felipe II. Luchó contra Barbarroja en la conquista de Túnez. Dirigió a los tercios en la batalla de Mülberg, donde venció a los protestantes de la liga de Esmalkalda. Derrotó a los calvinistas —un ejemplo de la intolerancia religiosa del siglo XVI— Luis de Nassau en Jemmingen y Guillermo de Orange en Jodoine. También a don Antonio, el prior de Crato, en Alcántara, a las puertas de Lisboa, poco antes de que las cortes portuguesas eligieran a Felipe II rey de Portugal. El papa le concedió la Rosa de Oro, máximo galardón pontificio, por su defensa del catolicismo. Con esas credenciales no es de extrañar que fuera uno de los objetivos de la leyenda negra y que ese relato, lleno de insidias, calara en el imaginario colectivo de los españoles hasta el punto de que no son pocos quienes lo tienen por brutal y sanguinario.
Fue quien acompañó a Felipe II cuando viajo a Inglaterra para contraer matrimonio con María Tudor y quien lo representó en sus desposorios con Isabel de Valois. Fue gobernador de Milán, virrey de Nápoles y gobernador de Flandes.
Su lealtad nunca le impidió expresar lo que pensaba, aunque ello molestase al mismísimo rey. Así, cuando en 1580, Felipe II lo llamó para que se pusiera al frente del ejército que entraría en Portugal, se encontraba desterrado de la corte y preso en Uceda. Respondió al monarca aceptando el encargo y diciéndole, por escrito, que era el único monarca que sacaba de prisión a un general para que le conquistase otra corona. En vísperas de su muerte, acaecida en 1582, se despidió de Felipe II diciéndole, entre otras cosas, que jamás le había propuesto para ocupar un cargo a quien no fuera el más competente de cuantos conocía para ello.
Algunos gobernantes deberían tomar ejemplo de don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel. Quizá se evitarían algunas de las cosas que nos ocurren.
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