La intensa vida de los carteles de Bodegas Campos en Córdoba

Estas piezas no son sin embargo sólo un elemento artístico que permite conocer la evolución de la estética o la tipografía, sino una guía taurina sobre las figuras de la época, una fuente de datos sobre costumbres y también un histórico de la evolución de la moda. Un legado con tantos intereses es normal que atraiga cada vez más el foco de los investigadores, como ha ocurrido en los últimos años.

El último eslabón en esa cadena ha sido ahora el inicio del proceso de documentación exhaustiva de toda la colección, que ha emprendido la Fundación Bodegas Campos en colaboración con la Escuela de Artes y Oficios Matero Inurria y bajo dirección de Rafael Cuevas y Rocío Penco Valenzuela.

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Cuevas, historiador del arte y responsable de Comunicación de la empresa, explica que todo parte de la idea de que Bodegas Campos, por su ingente patrimonio, «debe estar pendiente no sólo del cuidado del inmueble, sino también del contenido del edificio».

En ese sentido, explica que las colecciones más importantes que tiene la bodega son tres: una de barros granadinos del XIX, otra de vajillas de la Cartuja y la de carteles, que emprendió Francisco Campos hace más de seis décadas. Fue durante la pandemia cuando en Bodegas Campos llegaron a la conclusión de que había que abrir a la sociedad todos esos atractivos que van más allá de la buena mesa. «Comenzamos entonces con las visitas guiadas y entendimos la necesidad de elaborar un catálogo con información de cada obra», resume.

De ahí nació el acuerdo con la Escuela de Artes y Oficios para que los jóvenes alumnos pudiesen implicarse en esta labor y el trabajo conjunto con Rocío Penco, profesora de Historia del Arte y Patrimonio de este centro. Según explica Cuevas, la iniciativa se ha organizado en fases dado lo ingente del material.

Ya se han documentado 25 y el objetivo es publicar un libro cuando estén ya concluidos los estudios de los 100 más importantes. En esta labor cuentan también con el Archivo Municipal y su directora, Ana Verdú, ya que también se están utilizado los elementos de cartelería y los estudios anteriores que se había realizado.

Lo que incluye en la documentación, además de la fotografía en alta calidad, son las medidas, la autoría y los datos más significativos de cada cartel, que son principalmente de ferias taurinas y fiestas de primavera de Córdoba y muchos lugares.

Según relata Rafael Cuevas, el más antiguo es de 1878 y entre los más llamativos está por ejemplo un original de la última corrida de Manolete en Linares. «También están los grandes clásicos de 'manolas' de Ricardo Anaya, uno de 1900 de Gonzalo Bilbao o los de los Romero de Torres», explica.

De esta iniciativa va surgir además un estudio paralelo, pues también se va a emprender una investigación sobre la evolución de la moda femenina desde el incómodo corsé de los años 20 hasta los vestidos muchos más flexibles de años posteriores o de los cambios en la tipografía. «Los carteles ofrecen muchas facetas y perspectivas», explica Cuevas, que cree que, aparte de artísticos, son útiles para analizar la evolución de la sociedad.

La catalogación de este patrimonio no sería posible sin el gran trabajo recopilatorio que hizo el recordado empresario hostelero Francisco Campos y que luego siguieron sus descendientes. Según explica el presidente de la Fundación Bodegas Campos, su sobrino José Campos, en la Bodega había ya antes de la conversión en establecimiento hostelero a inicios de los 60 la clásica decoración de carteles festivos y taurinos.

Indica que fue justo en esa época cuando los pintores Tomás Egea y Lola Varela le regalaron a su tío Francisco un cartel de Julio Romero de Torres, lo que encendió su interés por el coleccionismo. «Yo, desde pequeño, lo acompañaba a menudo en las compras, en anticuarios de La Corredera o en chamarileros», explica José.

También otros ejemplares llegaron de la colección del Marqués del Boil, que salió a la venta cuando se procedió a la demolición de este emblemático edificio de la calle Gondomar. Por último, les llegaron donaciones de carteles taurinos de familiares suyos como los ganaderos de bravo Agustín y Francisco de Asís Páez, de Almodóvar del Río, o su pariente José María García Benavides, que tenía una colección en su casa de Posadas.

Más recientemente se han hecho adquisiciones como el cartel de 1908 de Enrique Romero de Torres, que hoy lo tienen en su sede de la Torre de la Barca. Y a eso suman muchos regalos en el caso de carteles pequeños y medianos, que fueron traídos por clientes y amigos. Lo único que lamenta el presidente de la Fundación es que en ocasiones se ha cometido algún robo, por lo que han perdido ejemplares que en muchos casos era únicos.

José Campos explica otra cuestión importante: que desde los 90 se han realizado diversas iniciativas que han permitido avanzar en la conservación de estas obras, que recuerda que «son muy frágiles por ser de papel y más en una zona con humedad como ocurre en muchas casas de Córdoba».

En ese contexto apareció por ejemplo el libro 'Tiempo de Feria' de Ana Verdú, en el que ya se estudiaban algunos de estos carteles y que estuvo acompañado de un taller de restauración que afrontó la mejora de algunos de ellos para llevarlos a una exposición que tuvo lugar en la Casa Góngora en 2007 bajo el nombre de 'Cuando Córdoba conoció mayo'.

También el periodista Francisco Solano Márquez trató de este asunto en su volumen 'Bodegas Campos, solera de Córdoba', donde realizaba un recorrido por la historia y los bienes de esta empresa cordobesa más que centenaria.

Entre otros todos esos nombres, y tras más de seis décadas de trabajo de unos y otros, lo que quedó es la colección que conocemos y que ahora está siendo catalogada. Una de esas joyas cordobesas que poco a poco se van estudiando más a fondo y que van dejando -como ocurre en este caso- nuevos datos y curiosidades del pasado de la ciudad, de sus costumbres, de su creatividad y de sus pasiones festivas y vitales.