Arqueología
El hallazgo del anfiteatro romano de Córdoba cumple 20 años con la investigación varada
El impacto internacional que supuso su aparición se ha visto ensombrecido por la parálisis de más de una década
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FéliX Ruiz Cardador
Córdoba
Veinte años, como en el tango que popularizó Carlos Gardel. Dos décadas han transcurrido desde que se produjo uno de los hallazgos arqueológicos más sorprendentes de los ocurridos en Córdoba en el siglo XXI: el anfiteatro de la Corduba romana. La noticia, que ... se dio a conocer tras un año de investigaciones, impactó en la ciudad, aunque no solo en ella. Numerosos medios nacionales e internacionales dieron cuenta de todo lo relacionado con esta excavación y divulgaron un dato relevante: que fue el mayor edificio de este tipo en el momento de su construcción, tan sólo superado posteriormente por el de Roma y el de Cartago. Confirmaba este hallazgo la importancia que tuvo Corduba durante el imperio romano, en el que como Colonia Patricia y capital de la Bética brilló por su dinamismo.
El descubrimiento se dio a conocer a los medios de comunicación bajo una gran expectación. Se convocó este acto tras casi un año de estudios discretos, en los que estuvieron implicados la Gerencia Municipal de Urbanismo (GMU) y el Aula de Arqueología de la Universidad de Córdoba (UCO), cuyos responsables eran dos de los más prestigiosos historiadores de Córdoba en la últimas décadas: el arqueólogo municipal Juan Francisco Murillo y el catedrático de Arqueología Desiderio Vaquerizo. La presencia de la Universidad en estos trabajos, más allá de su aportación científica, venía determinada por el hecho de que los restos aparecieron en los terrenos de la antigua Facultad de Veterinaria de la avenida Medina Azahara y durante las obras de restauración y reforma del edificio para su conversión en Rectorado.
La ubicación, en la periferia Oeste de la ciudad romana y a una distancia estimable de las murallas que entonces la protegían, también confirmaba el modo en el que la Colonia Patricia se extendió durante los años cimeros del imperio. Ciudades de interior como Córdoba, que había sufrido en el pasado republicano sangrientos episodios bélicos, vivieron ajenas a posibles asedios y peligros y centradas en la vida cotidiana y en el ocio.
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Las primeras sospechas de los arqueólogos apuntaron a que se trataba de un segundo circo romano, pues ya se conocía la existencia del primero de ellos en la zona aledaña al Templo Romano de Capitulares. Sin embargo, esa primera hipótesis se deshizo cuando comprobaron las estructuras concéntricas. Se excavó en un radio de 400 metros cuadrados y se pudo confirmar que se trataba del anfiteatro romano, construido en el siglo I de nuestra era y del que existían referencias escritas pero no confirmación material.
La ratificación se produjo con la aparición de varias inscripciones que despejaban cualquier duda. Se dieron también por entonces varios datos muy relevantes, que ofrecían pistas de la dimensión del anfiteatro. Por ejemplo, que la longitud de su eje central era mayor a 150 metros, que tuvo una capacidad para más de 30.000 espectadores o que estuvo en activo hasta el siglo IV. Posteriormente, y tras la destrucción del edificio, el solar se utilizó como asentamiento de viviendas en el período expansivo de la Qurtuba islámica.
Una escuela de gladiadores
La idea desde el principio fue seguir investigando en el yacimiento. De hecho, al año siguiente, durante las V Jornadas de Arqueología Andaluza, se difundió la hipótesis de que la Córdoba romana acogió un 'ludus' o centro de formación de gladiadores. La tesis se sostiene en el hecho de que en las excavaciones aparecieron más de 20 inscripciones funerarias dedicadas a gladiadores y entre ellas una muy significativa: la de un profesor o entrenador de luchadores.
Frente a la imagen popularizada por el cine, se explicó entonces que los gladiadores eran en su mayoría profesionales que cobraban por sus servicios y que ejercían como estrellas sociales de su época. También saltaban a la arena en ocasiones esclavos o personas que querían saldar deudas, pero no era ese el perfil mayoritario. Junto a estas luchas, las jornadas en el anfiteatro se completaban con peleas de fieras y ejecuciones de reos.
En los años siguientes al hallazgo la colaboración entre la Universidad y la GMU siguió dando resultados. De ahí salió una publicación documentada, titulada 'El Anfiteatro romano de Córdoba y su entorno' y que se editó en 2010 la colección de Monografrías de la Arqueología Cordobesa. Los efectos de la gran crisis económica de los años precedentes comenzaron a observarse sin embargo, de tal modo que nunca se ha cumplido el compromiso municipal del año 2009 de convertirlo en un parque arqueológico con su centro de interpretación.
De hecho, la fértil colaboración que se venía realizando entre Urbanismo y la UCO en los primeros años se quedó parada cuando el convenio firmado en 2006, y en el que entró la constructora Prasa con 120.000 euros de financiación, se vio afectado por la difícil situación. Se calcula que hasta esa paralización de los trabajos se había excavado a lo sumo un 10% del total.
Desde entonces hasta hoy se ha sucedido la historia triste de este yacimiento, que contrasta con el impacto internacional de la noticia a principios del siglo. Durante los últimos años, lo que se pretendía parque arqueológico se ha convertido en solar lleno casi siempre de maleza y suciedad.
Consultados por este periódico esta semana tanto el Ayuntamiento como la UCO sobre las perspectivas que se manejan sobre el futuro del yacimiento, ninguna de ellas ha ofrecido información alguna al respecto. No deja de ser curioso que lo que hace veinte años parecía emerger desde un olvido de milenios hoy parezca de nuevo hundirse en la desmemoria. Así se alejan los viejos ecos de aquella ciudad tumultuosa que en la sangre vertida en el anfiteatro se reencontraba con la épica que tanto excitaba a los hombres de entonces.
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