Pretérito Imperfecto
Elogio a un maestro
Una escuela que busca los mismos fines en el barrio más pobre o en el de renta más alta. Sin distingos ni elitismos
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Iniciar sesiónEn estos tiempos atribulados en los que las redes sociales han dinamitado la escuela y la enseñanza, alejando a docentes y padres entre sí y metiendo en una peligrosa burbuja a los alumnos e hijos, reivindicar la figura de un sencillo maestro pareciera un ... canto de sirena en medio de tanto ruido. Una educación triturada por los poderes políticos -incapaces a conciencia de alcanzar acuerdos y proporcionar estabilidad-, relegada al umbral del mínimo esfuerzo y a la dictadura del conocimiento superficial bajo el yugo de las nuevas tecnologías -y por ser claros, del móvil y las redes sociales y sus multinacionales-estado-, depara la triste realidad de unos enseñantes frustrados y abocados a salvar náufragos del acoso y las tentativas de suicidio como primordial cometido. De unos padres impotentes, sobrepasados y solos, pero a veces ufanos ante una monstruosidad latente. Por no hablar de unos niños y adolescentes embaucados por el nuevo flautista de Hamelin que habita en los confines de su celular.
En medio de este crítico punto, elogiar la figura de un sencillo maestro sería como dibujar una raya en el agua, un ejercicio de melancolía que solo conduce a la nostalgia o un deseo atrapado en un laberinto sin aparente salida.
Esta semana ha fallecido un maestro de Puente Genil llamado Antonio Guerra. Un tipo cuya envergadura era inversamente proporcional a sus pretensiones. Templado, paciente, capaz de escuchar primero, repleto de sentido común, comprometido con la educación desde la vocación, el servicio y el humanismo cristiano. Un gran saco de valores y talentos dirigidos a cualquier escala social. Un docente que ha trabajado muchos años por defender una enseñanza íntegra, complementaria en su esencia pública y en su refuerzo concertado. Un maestro 'de corazón'. Un bonachón afectuoso. Y por encima de todo, una buena persona.
Antonio Guerra es un pontano que podía presumir de ser profeta en su tierra. La cara de un emblema como la Compañía de María, todo una institución educativa en esta ciudad de la Campiña Sur. Docente, director, titular, patrono de su fundación, ejemplo, compañero y una mano siempre presta para echarla donde hiciera falta. En sus años al frente de Escuelas Católicas en Córdoba, y su paso por este colectivo de centros concertados de ideario católico en Andalucía, apeló siempre al pacto educativo, al acuerdo, sin etiquetas ideológicas; ya fuera con el PSOE de Susana Díaz o con el PP de Juanma Moreno. En ambas filas guardan un grato recuerdo de su trato y su trabajo desde las discrepancias. Defendió la libertad de elección de centro de los padres y el enfoque hacia una escuela de clase media y baja que no deje a nadie atrás. Enmarcada en los valores cristianos, pero también en los más solidarios e integradores a los que la ética y la moral conducen. La escuela que busca los mismos fines en el barrio más pobre o en el de renta más alta. Sin distingos ni elitismos.
Por eso la estela que deja tiene que ser un estímulo, una referencia y un acicate para todos esos miles de docentes que cada mañana se levantan con el inconmensurable afán de educar y enseñar en medio de una 'selva' que asfixia el más elemental sentido del aprendizaje.
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