Pretérito Imperfecto
La cantera de Osio
Córdoba sigue siendo cantera de obispos y puente de plata hacia mayores empresas
La despedida del vicario general de Córdoba Antonio Prieto, en imágenes
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Iniciar sesiónSi las palmas de un día triunfal como el de hoy traen la buena nueva de Jesús en su entrada en Jerusalén, por el gran sol petrificado de San Lorenzo, las de ayer anunciaron el nombramiento de don Antonio Prieto, vicario general de la ... Diócesis cordobesa, como nuevo prelado de Alcalá de Henares. Docto para tierra culta que aglutina saber por historia. A sus 48 años emprende un camino de responsabilidad como obispo, una edad casi inédita para un ministerio siempre complejo, y más en los tiempos que corren. La Iglesia en España requiere de nuevas generaciones como la de este cura sencillo y entrañable de La Rambla, capaces de atemperar con la palabra y las formas la lejanía que la jerarquía y el dogma ofrecen en ocasiones como principios, por otra parte, irrenunciables en los pilares de Pedro. Un relevo que cada vez adelanta más la edad.
También se van, así, los jóvenes talentos eclesiásticos en esta Córdoba que no es capaz de atrapar a sus buenos prohombres. Investigadores, médicos, actores, músicos, pensadores, ingenieros, arquitectos... o sacerdotes. Porque con don Antonio perdemos un gran cura, un intelectual, «pobre e inexperto», como él mismo se definía ayer en la calle Torrijos; y Alcalá de Henares y la Iglesia van a ganar un gran obispo. Una mente privilegiada y trabajadora. Y una buena persona.
Córdoba sigue siendo cantera de obispos y puente de plata hacia mayores empresas. La estela de Osio y su influjo desde ese primer cristianismo floreciente -que tan bien nos ha contado la exposición 'Cambio de Era'- se mantiene a lo largo de los siglos como un sello inalterable. Con otra pica en San Juan de Ávila y Montilla, patrón del clero. Osio es el tótem que busca la santidad perdida en el Vaticano hace demasiadas centurias y que ojalá algún día la recupere en justicia como la figura clave que es en la historia cristiana, y ni que decir tiene en la propia cordobesa.
De aquí han salido en la última década cuatro mitras formadas entre sus parroquias y diócesis. De generaciones tangibles, siempre en la clave de eternidad en la que se mueve la Iglesia y marca sus propios tiempos. Mario Iceta, de Bilbao a Burgos, sin olvidar el campo de aras lucentino. Destinado a altas cotas. Francisco Javier Orozco, de la Vicaría General a Guadix y Baza, sin perder el nexo de San Miguel o Villafranca. Santiago Gómez, aquel joven cura, manchego de la Trinidad al que muchos aún recuerdan, ahora en Huelva, antes como prelado auxiliar de la siempre controvertida cátedra hispalense, a la vera de monseñor Asenjo, y tras un duro trance en Cajasur. Y ahora Prieto, que dejó su huella en El Higuerón y en las aulas de los dos seminarios, por donde pasan las vocaciones y semillas de la nueva Iglesia que está por venir. Fue cátedra de ascenso para Javier Martínez al Arzobispado de Granada y para Juan José Asenjo a la potente plaza sevillana.
Domingo de Ramos. Las palmas brillan y las pequeñas sonrisas anuncian el comienzo de la más grande historia jamás contada y vivida. Tiempo de pasión y oración. Dios le guarde, don Antonio.
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