Pretérito imperfecto
Entre blancas y verdes
Tal vez no acabe subiendo el Córdoba CF. O sí. Pero la gran victoria ya se ha producido
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Iniciar sesiónTal vez no acabe subiendo el Córdoba CF. O sí. Pero la gran victoria ya se ha producido, y no precisamente en el césped. Rescatar la ilusión perdida en la ciudad durante la última década a base de jirones y desgarros de fraudes y ... saqueos supone, de por sí, el gran mérito que hoy se cuelga en los balcones. O que estos días ha deambulado, enfervorecido, por los patios de colegio, las oficinas, los bares y los cuatro puntos cardinales de la provincia. Es Córdoba una ciudad poco acostumbrada a esas exhibiciones públicas de sentimientos. Recatada, altanera, desconfiada, huidiza y acomodada (a la vez y agitado)... La calle opta por festejar en su justa medida. Entregando sin darlo todo. Sin más carantoñas que las precisas, sin más desinterés que el necesario. Sin embargo el fútbol, lo más importante de lo menos importante, ha sido capaz de catalizar una felicidad exuberante en arrebatos que fueron muriendo por la resignación de un club que siempre ha vivido en el alambre y en la montaña rusa más empinada. Unas alegrías equiparables al descorche del champán, que luego se va diluyendo tras la exitación del prólogo iniciático.
Tal vez no acabe subiendo el Córdoba CF. O sí. Entre trazas blancas y verdes se va pintando la ilusión en la cara y se va cosiendo la seña identitaria que nos sale, a pesar, incluso, de que se nos vayan los vientos con el Madrid o el Barcelona, franquicias globales del deporte rey. Las heroicas tardes de los ascensos son mucho más nobles, como las pequeñas gestas que campan por la historia común. No asciende el equipo, parece que sube de categoría la ciudad, aunque en este caso Córdoba no necesite catalogación alguna. Juega fuera de división. Hace unos años, la entidad cordobesista militaba en lo que de toda la vida futbolera se llamaba Tercera División. Tal cual. Y, en estos momentos, está a poco más de dos semanas de volver al fútbol profesional. Un vértigo ascendente que ojalá no tenga réplica inversa en nuestra idiosincracia ciclotímica.
El Córdoba siempre recupera lo bueno, aunque haya parecido vivir más en lo malo. Es el vértice de convergencia de una manera de ser cordobés desde planos distintos. Es la herencia familiar, las costumbres aprendidas, el domingo por la tarde, los recuerdos de chico, el escaparate estrambótico o el Callejón del Gato. El lugar común para la evasión en tiempos de tristeza. Las fotos en blanco y negro de la arquilla y los selfis en el 'quinto pino'. La ciudad deslavazada y yuxtapuesta que puede estar sin mirarse a la cara pero se encuentra entre rayas blancas y verdes. Sin ambages. La que baja del Brillante o la que sube por Parque Cruz Conde, su acta fundacional. La que se prolonga por el Parque Azahara, o la que viste al caimán con la bufanda en la Fuensanta.
Tal vez no acabe subiendo el Córdoba. O sí. Y hasta la noche más larga del año pudiera hacerse, entonces, eterna; porque los sueños de muchos se cumplieran. Aunque siempre el camino merezca más la pena que la propia meta. O no.
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