La Graílla
Que al menos escuchen
Cantan en la calle como se escriben quienes no publican: por un pellizco en el estómago que les pide expresarse
Luis Miranda: Risk
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Iniciar sesiónMientras la gente camina deprisa para ir de una tarea a otra y hacerlas todas, cuando los que pueden compran y los que venden se esfuerzan en que el que entre no salga de vacío, de vez en cuando se escucha por las calles el temblor de alguna garganta que canta ... . 'Moon river', como ayer en Cruz Conde, 'El hombre del piano' al llegar a Gran Capitán o quizá 'Killing me softly'.
El que tiene tantas tareas en que pensar no puede detenerse a buscar la cara de la que sale la voz y a lo sumo se preguntará, con el desdén del estrés mal asumido, si quien canta no es capaz de buscarse un trabajo mejor que el de ofrecer a los demás una musiquita que no han pedido. El que puede echar la mañana o la tarde entre escaparates quizá siga un poco la melodía, hasta sin saber ponerle título, pero pocos repararán en el hombre o mujer que seguirá cantando y sólo recogerá cuando todos se hayan marchado.
Y ellos se lo pierden, porque detrás de la voz que interpreta la canción con que otros cosecharon el aplauso de grandes escenarios hay siempre unos ojos que piden a los demás que al menos escuchen, la ilusión de poner el corazón en la garganta y de estar un poco a la altura del clásico, la esperanza de que alguien se detenga y quiera olvidarse del mundo feo y atareado para disfrutar de su música. Cuando me pregunto por qué lo hacen nunca he pensado que quieran algunas pocas monedas para pasar el día, y mucho menos una fama de giras, discos y escenarios por toda España. Si alguna vez tuvieron la quimera de pensar que algún cazatalentos los descubriría paseando por el Centro de Córdoba ya se les marcharían las ilusiones por el desagüe de algún chaparrón repentino.
Cantan tal vez como escriben quienes envían a las editoriales manuscritos que nunca se publican y luego coleccionan cartas de rechazo, como el poeta que no se atreve a confesarlo pasa las tardes y las noches con versos que apenas leerá un amigo. Como la pintora que se asoma a los paisajes de su ciudad para plasmar en un lienzo su propia mirada aunque no haya enseñado sus cuadros más que la familia. Lo hacen porque son seres humanos y al margen de comer, beber y protegerse del clima tienen en el estómago un pellizco que les invita a expresarse por la música, por las letras y por el arte y hacen muchas pruebas hasta llegar a algo que piensan que es distinto.
Distracciones de lo importante, ilusiones infantiles, hobbys, dirán quienes encima hablarán del arte y la creatividad como cosas que no alimentan. En la ciencia, en la técnica que hace cambiar el mundo está el porvenir. Véanse si no esas plataformas digitales en que se ven series concebidas por escritores y guionistas que habrán hecho piruetas para evitar el paro y por actores que cuando empezaban a serlo también eran vendedores, esos aparatos refinadísimos que la gente utiliza para emocionarse con la música, esos libros electrónicos que escriben quienes se hartaron de escuchar que con lo suyo no iban a ninguna parte.
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