Mayo Festivo
Domingo de Feria de Córdoba, la acuarela de los mil colores y volantes
Crónica
La fiesta vive un día multitudinario en familia con el brillo de los trajes de flamenca y la ilusión por el estreno
Sábado de Feria, cuando nadie piensa en descansar
La historia de la Virgen de la Salud cumple 360 años con una misa flamenca
Córdoba
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Iniciar sesiónNo la habría reconocido si no hubiera ido a buscarla. Conoció la Feria de Nuestra Señora de la Salud en la Victoria en sus años de estudiante y sólo al final, el año en que terminó Veterinaria en aquella Córdoba en la que ... no había nacido, pero que había llegado a tener cómo suya, vivió el traslado al Arenal y las esperanzas de espacio, modernidad y futuro que dio aquel nuevo lugar.
Recordaba que a sus 23 año aquel lugar nuevo tenía el aire flamante y pulcro de los coches que se estrenan, de la ropa que luce todavía sin ningún lavado en una cita de gala. Terminaba la carrera y atendió en la barra de Veterinaria durante alguna noche en aquel año en que parecía que la urbe entera, de los barrios más sencillos a la población flotante que iba desde Ciudad Jardín hasta las facultades que se repartían por tantos sitios de Córdoba, cuando Rabanales era apenas un sueño.
Ambiente de gala en el domingo de Feria, en imágenes
Valerio MerinoEl Arenal se llena con ganas de disfrutar y estampas de gran belleza
Recordaba la noche brillante en las casetas, los trajes de flamenca y las promesas de futuro de quienes pensaron en aquel 1994 que la Feria de Córdoba tenía que saltar ya para siempre al olimpo de las mejores. Aquel mismo año terminó la carrera y en un curso conoció a jóvenes licenciados que le ofrecieron unirse a una empresa que trabajaba para las ganaderías que todavía recorrían el lírico paisaje castellano.
En Segovia se casó y puso las nuevas raíces y aunque iba con frecuencia al pueblo de Jaén en que nació y a Córdoba no había vuelto a pisar aquella Feria hasta que unos compañeros con los que había recuperado el contacto por redes sociales prepararon un reencuentro.
Tenía ya a los hijos crecidos y era el momento de pensar que él había sido joven también alguna vez. Pasó el sábado entre abrazos, miradas a aquellos ojos que hacía tantos años que no lo miraban y relatos de cómo la vida había ido pasando por unos y por otros.
Recuerdo
La nostalgia es lo que menos importa en esos ratos: el que va sabe que sobre todo lo que tiene que hacer es escuchar cómo le ha ido a cada uno. A partir de ahí la cabeza trabajará para ajustar los rasgos nuevos al retrato de siempre. Se acostó feliz y a la mañana siguiente, al del domingo de Feria, quiso darse una vuelta por el Arenal y pensar si aquella fiesta también había cambiado tanto al paso del tiempo como aquella gente a la que había abrazado en la tarde y la noche de antes.
Llegó con su mujer poco después de la una, después de haber paseado por el corazón monumental y el Puente Romano hacia una Córdoba que ahora desconocía, con el moderno C3A como una pregunta para la que ahora no tenía respuesta.
Encontró la Feria desperezándose y casi llena y ella, castellana al fin y al cabo, no dejaba de hacer preguntas sobre los trajes de flamenca en que veía a tantas mujeres de todas las edades. Sabía que era un atuendo regional sujeto a las modas y cambios, y por lo tanto con la posibilidad de muchas bellezas distintas.
El propietario de la atracción accidentada en la Feria de Córdoba descarta un fallo de seguridad
Luis MirandaEl menor cayó a poca altura al zafarse de la protección
Les sedujo el arco iris de colores y de formas que iban luciendo las mujeres de un lado a otro, el autobús a las casetas, de las fotografías que se tomaban junto a la portada hasta las risas al lado de la fuente.
Notaron el calor de mayo en la primera tarde y él le iba explicando que la Feria que él recordaba estaba llena de casetas un poco más pequeñas y sobre todo con nombres que podía identificar como parte del tejido de la ciudad que él había conocido, fueran asociaciones, facultades o cofradías.
Fluían las calles del todo llenas, aunque él había conocido alguna noche más concurrida en aquel año del recuerdo, y se detuvieron también en la belleza de los caballos, sin prisa por ir a ninguna parte.
Él encontró en algunas casetas el aire de la Feria de Córdoba que había conocido en la Victoria, con la evocación de los Patios a los que sí había vuelto en alguna ocasión, y pensó que aquí sí que encontraba un poco la Córdoba de sus años jóvenes. Estaba el Arenal lleno de familias, de adolescentes vestidas de volantes que daban los primeros paseos sin sus padres y de parejas con tanta ilusión como sus propios hijos por disfrutar de las atracciones.
Familias, parejas que llevaban a sus hijos a las atracciones y grupos de jóvenes llenaban las calles en un ir y venir sin freno
Su mujer, aficionada a la pintura de acuarela, dijo que le habría gustado plasmar toda aquella variedad de volantes y de colores, de trajes que parecían circular con una creatividad inagotable por un paisaje de una luminosidad extrema.
Al final consiguieron sitio en una caseta de un nombre que no supo identificar con nada que recordara, pero que en las sillas de enea y las sevillanas sí que le supo a recuerdo. Aunque eran más de cerveza pidieron vino de la tierra, y él insistió en el salmorejo porque en algunas noches le había servido como la mejor cena posible.
Estaban a gusto: por una vez él hablaba y ella era la que escuchaba recuerdos dulces, tardes de caracoles, aquella Feria que fue el recuerdo postrer de la ciudad en que había puesto el primer paso de la madurez. Sí, desde entonces la fiesta había cambiado, pero tampoco él, ya tan bien cumplidos los cincuenta, era el mismo que era capaz de hacer equilibrios entre las risas al amanecer y los libros.
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