ABC ha podido hablar con algunos de ellos, los cuales a diario cumplen la función de regular el paso a los cientos de turistas que visitan cada patio, asegurándose de que la experiencia sea tanto placentera como respetuosa con ellos y con las normas del evento.
En el patio ubicado en calle Marroquíes, un joven controlador comenta que a pesar del cielo encapotado visto los últimos días «la gente, sobre todo con este patio, viene con muchas ganas». Asimismo, destaca que la hora punta es «por la tarde», recalcando que «a primera hora, sobre las seis» es cuando más personas se aglomeran.
Lo mejor de trabajar en los patios
Todos los controladores comparten en común como aspecto más positivo el trato humano y cercano que tienen con los visitantes cada día. Por ejemplo Marina, quien ya es veterana en el patio de calle Zarcos y disfruta viendo «cómo la gente de fuera viene y les gusta tanto nuestra fiesta y cultura». Una opinión similar comparte Luna, controladora en el patio situado en la Iglesia de Santa Marta y quien comenta que lo mejor «es conocer a la gente del barrio y cuando hablan de la vida del convento».
«No veo nada malo; es un trabajo para disfrutarlo mucho», afirma Nihad, quien cumple su segundo año trabajando en el patio de Plaza Beatillas. Pese a ello, no todo es un camino de rosas, pues «son muchas horas de pie» como expresa Marina, que debe sobrellevarlo de la mejor manera a la vez que atiende y ayuda a miles de turistas a lo largo de la semana, por lo que en ocasiones «hay que tener un poco de mano izquierda», afirma.
A pesar de los retos que pueden acarrear gestionar la entrada y salida de grandes multitudes, los controladores cumplen una gran función para la ciudad al ser parte activa de una de las tradiciones más queridas por los cordobeses. De cualquier forma, en cada charla mantenida con ellos se muestran visiblemente orgullosos de su trabajo y agradecidos por el trato humano que logran reunir.
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