Llamada a elfos y pajes reales

Las madres que participaban en él nos daban una lección de vida cuando destacaban que, para ellas, aunque sea con una comida o una cena modestas, lo importante es juntarse en estas fiestas con los suyos.

Su sabiduría debería ser la estrella que nos guiara en las Pascuas, especialmente cuando nos desnortamos comprando ese vino caro que impresione a nuestros comensales o porque nos temamos que vamos a tener que buscar bajo las piedras la Nancy Aitana -según mis fuentes de menos de diez años, es lo que lo peta este año-.

Hablando de juguetes, dicho reportaje me acongojó cuando dos mamás explicaban cómo iban a ser los Reyes Magos para sus pequeños. Una recordaba que el año pasado Sus Majestades llegaron a lomos de Adevida, de la que recibe ayuda. Pero, decía, este año esta asociación «aún no sabe si podrá repetirlo; están en ello».

Otra contaba que su niño de cinco años ya había escrito la carta «a los Reyes Magos de Cáritas [oenegé a la que acude por su complejísima situación]». Esta madre coraje resaltaba de su pequeño que es «sencillo y se conformará con cualquier cosa». No obstante, ha pedido una tele que «tenga color», porque la que tienen está rota y se ve en blanco y negro. El niño, además, la quiere porque sería un regalo para él y para su mamá.

Sé que la desaceleración económica y la larga presión inflacionista nos hacen poner la misma cara que lucía el señor Scrooge cuando llegaban las Pascuas al principio de 'Cuento de Navidad'. Pero, en la medida en que podamos, hago una llamada a que nos convirtamos en elfos y pajes reales, colaborando con las campañas de recogida de juguetes. Que no haya ningún pequeño que se despierte en Navidad y Reyes como si fueran un día más. Recuerden sus sonrisas, mayores aún las de aquellos que menos tienen, cuando abren un paquete que les han dejado Santa Claus o Sus Majestades. No hay mejor regalo para un adulto que contribuir a la felicidad de un niño.