El ascenso, una gesta de todos

Está claro que el principal mérito lo tienen Iván Ania y sus jugadores. El técnico aterrizó en el banquillo y tuvo un arranque dubitativo. Pero supo superarlo para acabar sacándole todo el jugo a su plantilla. Se debe valorar, además, la labor de la dirección y de los propietarios, Infinity (grupo de inversión ligado a la Corona de Baréin), que han dado al club una estabilidad, sin la que difícilmente se puede crecer, que hace no tanto era una quimera. Con la borrachera de alegría, que no se nos olvide que a finales de 2019, cuando los actuales dueños arribaron, la entidad se dirigía a despeñarse por el abismo de la desaparición.

Y un pasillo merece la afición; sobre todo su núcleo duro. Esos seguidores que han firmado sin cláusula de rescisión posible con la elástica blanquiverde -como dice Simeone: «En esta vida lo único que no puedes cambiar es de madre y de equipo»-. Ellos hacen que la semilla del cordobesismo germine cada vez más fuerte. Cada niño que se pone esa camiseta es un gol que se le marca al fútbol moderno, al del gasto desaforado, a ese en el que sólo importa la tele y su pasta; a ese en el que lo fácil -y más en una sociedad que le ha cogido aversión a lo complicado- es hacerse de los equipos que ganan sí o sí.... Cada pequeño que se enfunda la zamarra de Diarra, Adilson o Casas es uno más que se alinea en el balompié de siempre: en el que eres del equipo de tu ciudad y le eres fiel en la prosperidad y la adversidad. El ascenso es un premio más que merecido para el jugador número 12 del Córdoba, porque hace mucho que es de Primera.

Ahora sólo queda que el club ponga unas bases sólidas en el fútbol profesional, que le permitan incluso aspirar a asentarse en la máxima categoría.