Perdonen las molestias
No corras en un sueño
Un ser de ultratumba te persigue por una calle brumosa y, por más que aceleres tus piernas, no avanzas ni un milímetro sobre el terreno
Los sueldos crecen un 22% en un lustro pero siguen a la cola del país
Lean el siguiente titular con atención: «Los sueldos en Córdoba crecen un 22% pero siguen a la cola de España». La pregunta se cae por su propio peso. ¿Desde dónde venían entonces los salarios para situarse en el mismo sitio en que estaban? ... No hablamos de un incremento discreto. Hablamos de una subida notable en solo cinco años. Concretamente, de los 13.683 euros que cobraba cada cordobés medio en 2016 hasta los 16.670 euros que percibe hoy.
La carrera de los salarios en Córdoba nos recuerda a la que experimentamos en los sueños. Un ser de ultratumba te persigue por una calle brumosa y, por más que aceleres tus piernas, no avanzas ni un milímetro sobre el terreno. Córdoba, en cierta manera, corre desde hace años perseguida por indicadores macroeconómicos fantasmales. Y, cuanto más aligera su paso, más parada está en el suelo.
El de los salarios es un caso evidente. Pero hay más. Por ejemplo, en desempleo. O en producción industrial. O en camas hospitalarias. O en renta per cápita. O en poder adquisitivo. En todos estos rangos, Córdoba acelera a toda pastilla sin avanzar un milímetro. Quiere decirse que, en el marco socioeconómico, sufrimos un cuadro desasosegante más cercano al universo onírico que al real.
Porque fíjense en otro dato. Los sueldos han corrido una barbaridad en solo cinco años. De acuerdo. Pero casi más han acelerado los precios, empujados por el guapo de Putin y los filántropos del oligopolio energético. Y ahí nos tienes, corre que te corre en medio de la pesadilla, perseguidos por una inflación de caballo a punto de mordernos el pescuezo.
Cómo será la cosa que cuando entro en la frutería mi cerebro borra automáticamente el precio de los plátanos y las peras para fortalecer la sensación de que el salario medio que me permite vivir cada día camina más aprisa que el kilovatio que amablemente me factura el señor presidente de Iberdrola. Una ricura de hombre, por cierto.
En este estado de cosas, cualquier día Córdoba se despertará del sueño sudando y agitada con la angustiosa impresión de que, esta vez sí, los espectros macroeconómicos le han echado el guante.
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