Historia
Amor, conspiración y muerte | La leyenda teatralizada sobre Medina Azahara que no conocías
La obra, recogida por Antonio Alcalde y Valladares en 'Tradiciones españolas: Córdoba y su provincia' ha sido recuperada ahora por Julián Hurtadoen su último libro
Leyendas de Córdoba: los caminos que partían del palacio subterráneo junto al río en Córdoba
D.Delgado
Córdoba
Las ruinas de la ciudad palatina de Medina Azahara son el vestigio del esplendor del Califato de Córdoba, cuando la que fuera capital de al-Ándalus se alzaba como centro mundial de la política, la cultura y el comercio. Un enclave cuyas historias pasadon ... a las crónicas y muchas se convirtieron en leyendas.
Son muchos los relatos sobre la lujosa ciudad monumental, algunas más fieles a la realidad que otras. Entre las menos conocidas se encuentra 'Ciudad florida', del escritor baenense Antonio Alcalde y Valladares en 'Tradiciones españolas: Córdoba y su provincia' escrita en 1883, que ha recuperado ahora Julián Hurtado de Molina en 'Madinat al-Zahra: entre la historia y la leyenda'.
Esta obra, que mezcla la narrativa con el género dramático, cuenta el amor desaforado del califa Abderramán III por su favorita Azzahrá, la traición de su hijo Abdalá y su condena a muerte.
Julián Hurtado repasa la consideración social de Medina Azahara lo largo de la historia en su último libro
D.DelgadoEl cronista oficial de Córdoba presenta 'Madinat al-Zhara: entre la historia y la leyenda', como reconocimiento a la declaración del conjunto arqueológico como Patrimonio de la Humanidad
El texto, dividido en dos partes, arranca con el origen de Medina Azahara, una magnífica construcción «que solo puede crar la imaginación fantástica y calenturienta de un árabe enamorado».
Fue la propia concubina quien pidió un día al monarca que levantara una ciudad en su nombre, a lo que Abderramán contestó: «Sí, yo haré un palacio, grande, inmenso, riquísimo como mi amor, que sirva para que gocemos en él todo el resto de nuestra vida».
Los recursos que el califa agotó para su obra fueron «inmensos, y puede decirse que fabulosos», recoge la historia. Entraron en la obra 4.300 columnas, se gastaron diariamente 6.000 piedras labradas, sin la mampostería; trabajaron cada día 10.000 operarios, 2.600 acémilas y 400 camellos. Cada tres días entraban en la obra 1.400 cargas de yeso y cal, calculándose en 15.000 puertas las que contenía todo el edificio.
Poco antes de instalarse en la ciudad palatina, el hijo menor de Abderramán, Abdalá, confesó su amor por Azzahrá. En el libro, un diálogo entre la concubina y el príncipe deja claro el deseo del primero por tenerla y el rechazo de la segunda, fiel a su califa. Esta es una parte de la conversación entre ambos:
-«...Me amarás, ¿no es verdad? Tu, tan hermosa y tan pura, con esa frente de rosa, serán para mí con todos tus encantos.
-Jamás creyera que tú te atrevieras a eso.
-Yo vivo para ti: tú ees mi único consuelo, mi única salvación: tu cariño he anhelado, he bucado como el peregrino busca la fuente; como la flor busca el rayo de sol que la vivifica.
-Aléjate, príncipe; no quieras hacer tu infelicidad y la mía; no atentes ciontra la tranquilidad y el reposo de tu padre».
Varios miembros de la corte, cegados por la ambición, convencieron al príncipe para que participara en una conspiración contra Abderramán para bajarlo del trono. El plan era prender fuego al palacio del califa sin permitir salir a nadie, «hasta que el edificio, con todos los que están dentro, haya quedado reducido a cenizas».
Sin embargo, el destino quiso que este terrible suceso no se cumpliera y llegara a oídos del califa, el cual tuvo que dictar el más terrible castigo para un padre y para un juez: la muerte. El príncipe Al-Haken se presentó ante el emir implorando que se retirase esta horrible sentencia contra su hermano Abdalá, pero Abderramán no cedió y su vástago fue condenado a la pena capital.
La leyenda cuenta también el momento en el que Abderramán enfermó gravemente. Antes de morir, el califa exclamó: «...Es el castigo de Alá. ¡Yo, asesino de mi hijo! ¿Yo, apóstol de la crueldad...! ¡Oh! Mi vid de placeres ha acabado; me queda una de tormentos y amarguras». Y se despidió de su favorita: «Cuánto te quiero. Abrázame, Azzhará...así tu boca junto a la mía; ya espiro...cuánto te adoro...qué hermoso es el morir en brazos de la mujer amada...». Y al darle un beso en la boca, se quedó muerto en sus brazos.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete