El alminar de Santa Clara de Córdoba será visitable en 2024 tras su reforma

La Junta de Gobierno Local ha aprobado en la mañana de este lunes el crédito a favor de la Gerencia de Urbanismo para acometer la restauración y consolidación, que conlleva una inversión de 550.000 euros en varias anualidades a cargo de los fondos de recuperación de la Unión Europea.

De acuerdo con el cronograma de la propuesta, en este año 2022 ya se ha gastado una pequeña parte del presupuesto, unos 41.000 euros, pero la mayor parte del dinero se gastará el año que viene, cuando se ejecuten las obras propiamente dichas por valor de 460.000 euros. En el siguiente ejercicio, en 2024, se rematarán las tareas, para los que se prevé gastar otros 50.000 euros.

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Debido al mal estado del edificio y la falta de equipamiento turístico adecuado, el convento de Santa Clara no recibe visitas guiadas establecidas. Sólo se han producido algunos encuentros en el alminar y los patios aledaños, generalmente en eventos relacionados con la Fiesta de los Patios o algunos actos organizados en verano por la Delegación de Cultura.

Ahora, según indica la memoria técnica del proyecto de reforma del convento, «en la futura actuación se podría incluir la visita a la torre-alminar de Santa Clara en los recursos turísticos del Ayuntamiento«.

Por otro lado, «la visita de la torre-aminar permitirá una vista única de las cubiertas del conjunto histórico en ámbito declarado Patrimonio Mundial y permitirá un mejor conocimiento de este tipo de construcciones singulares«.

El convento de Santa Clara, entre las calles Rey Heredia y Osio, fue el primer cenobio de la ciudad tras la reconquista de Fernando III en 1236. Su fundación data de 1265, cuando se instalaron allí ocho monjas que ocuparon una antigua mezquita que, a su vez, se había levantado sobre loa basílica de Santa Catalina, del siglo VI.

Históricamente, el convento se ha denominado de Santa Catalina por su nombre original; de Santa Clara tras la instalación de las hermanas clarisas; y de Santa Isabel como tributo a Isabel de Francia, muy vinculada a la Corona española y que terminó sus días con los hábitos de clarisa en el siglo XIV.