en la facultad de ciencias del trabajo
Alfonso Guerra regresa en Córdoba a la clandestinidad en el PSOE
En la presentación de su libro, en la que no ha habido presencia de la cúpula socialista provincial, ha defendido la Constitución y la Transición
González y Guerra escenifican su reconciliación en el Ateneo ante el vacío del PSOE de Sánchez
Alfonso Guerra, este jueves en la presentación en la UCO de 'La rosa y las espinas'
La Facultad de Ciencias del Trabajo de Córdoba ha acogido este jueves la presentación del libro 'La Rosa y las Espinas. El Hombre detrás del político' (La Esfera de los Libros), de Alfonso Guerra. El histórico exdirigente socialista ha protagonizado el acto.
En él, ... ha vuelto a sus orígenes: a la clandestinidad… en el PSOE. En el acto, no ha habido ni rastro de la cúpula de los socialistas cordobeses. El que fuera todopoderoso número dos del partido del puño y la rosa -lo pilotaba con mano firme-, hoy no tiene predicamento entre sus dirigentes por sus críticas a Pedro Sánchez.
Las caras más visibles del socialismo que se han dejado ver por el salón de actos han sido las de Julián Díaz, quien fuera presidente de la Diputación de 1984 a 1991 y miembro de la corriente guerrista cuando ésta existía, y Salvador Blanco, que fue alcalde de Palma del Río de 1991 a 2007 y quien fuera uno de los barones del PSOE cordobés. Pasado también socialista, como concejal en el Ayuntamiento de la capital, tiene el rector de la UCO, Manuel Torralbo, quien ha acudido a esta cita. Los posicionamientos actuales de Guerra, sin duda, se han notado en el público asistente, porque en la primera fila han estado sentados representantes de gobiernos populares: el presidente de la Diputación, Salvador Fuentes, y la edil de Cultura, Isabel Albás (ex de Cs).
«Este libro es una reivindicación de una generación que quiso que España fuera un país floreciente»
En su comparecencia ante los medios, se ha podido ver a Guerra en estado puro. Ha venido a hablar de su libro -no se le ha pasado destacar el éxito de ventas que está teniendo- pero no sólo eso. Le han preguntado por la actualidad, por la intervención del presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, en el Senado este jueves, en la que ha advertido de que «la amnistía es el punto de partida de un destino: que Cataluña vote sobre su independencia». Ha asegurado que el independentismo deja «continuamente en mala posición al Gobierno» en las negociaciones del PSOE para lograr la investidura, «diciéndole: ''Lo que queremos no es esto, sino esto otro'', en una escalada de Junts y ERC para ver quién es el más exigente». «Están poniendo en peligro la posibilidad de que se forme un Ejecutivo», ha añadido.
Después, le han interrogado por las palabras de la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, acusando a Sánchez de disponerse a acometer una traición y Guerra se ha cuidado mucho de dar un titular: «No me interesa mucho la señora Ayuso».
En su intervención en el salón de actos de la Facultad de Ciencias del Trabajo -donde hubo medio centenar de asistentes; poco público, si bien el mal tiempo ha debido influir-, con esa ironía y humor marca de la casa, ha asegurado que «España es un país maravilloso, pero los españoles somos complicados».
Y ha hecho una defensa de la Transición. Ha recordado que, una vez que se vio que Franco iba a morir, empezó una «operación de politicos de dentro del régimen y de los que luchabamos en la clandestinidad». Y, ha destacado, hubo una «presión de la sociedad» para que unos y otros se pusieran de acuerdo. «Hubo una generación que por una vez dijo: ''Esto tiene que salir: nuestro país tiene que dar un salto a una democracia tolerante y sólida».
«En la Transición, hubo una presión de la sociedad para que los políticos nos pusiéramos de acuerdo»
En ese camino, se aprobó una Constitución que, ha asegurado, «tiene 45 años y más tiempo que va a durar». Porque, ha argumentado, se elaboró «con buena vista histórica, con rigidez para su modificación». Así, se evitaba lo que había pasado antes en la historia de la nación: «El que ganaba, hacía una Carta Magna contra la mitad de España».
Ha defendido que la Constitución es «para todos», porque se elaboró con los actores políticos renunciando cada uno de ellos a parte de sus demandas para llegar a un punto de acuerdo. A quienes formulan críticas a la Transición les dijo que «tienen derecho a hacerlas, pero no tienen razón». Son reproches que se basan en «falsedades», como que se basó en «un pacto de silencio en torno a la Guerra Civil y la Dictadura»; que se facilitó por «la desmovilización de la clase obrera» o que la Ley de Aministía de 1877 fue un «trágala de la derecha».
El libro, ha finalizado Guerra, es la «reivindicación de una generación que quiso que España fuera un país floreciente, digno de admiración en el mundo». Y ha acabado, mostrando su excelente dominio del verbo, con una frase lapidaria: «La Transición la hicimos pensando en nuestro nietos; para que no tengan que vivir ese precipio de tumbas en el que los españoles nos metíamos antes de ella».
Esta obra permite acercarse a momentos clave de la historia reciente de España de la mano de uno de sus grandes protagonistas: por su páginas pasan la Transición, la redacción de la Constitución, el golpe del 23F o la victoria electoral socialista de 1982. Se refleja también igualmente la labor de Guerra como vicepresidente del Gobierno o su salida del Ejecutivo central. Además, la obra también permite observar su lado más personal.
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