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EL NORTE DEL SUR

La última meta del corredor de fondo

RAFAEL ÁNGEL AGUILAR SÁNCHEZ

El año pasado llovió mucho hacia la mitad de la carrera, que viene a situarse en la travesía de Villarrubia, y desde donde empieza ya a verse el castillo, que a unos les alivia porque da cuenta de la distancia dejada atrás y a otros ... les agobia porque crea la falsa ilusión de que el final del recorrido anda cerca cuando en realidad queda mucho por delante. Hace doce meses, el agua cayó con furia durante al menos siete kilómetros. Estorbaban las gafas de sol, que se empañaban y se volvían inútiles, las camisetas térmicas se pegaban al cuerpo empapadas, las zapatillas no daban zancadas sino que chapoteaban sobre el pavimento encharcado por tramos. Pero el pasado domingo era un domingo de sol. De mucho sol. Hacía calor. Desde el principio. El concejal Emilio Aumente, que guarda en sus piernas buena memoria de corredor, fue el encargado de dar el pistoletazo de salida en la calle Escritor Conde Zamora. En torno a mil mediomaratonistas salieron en dirección a Almodóvar del Río con sus calcetines altos o bajos, con sus mallas, con sus felpas de colores, con sus móviles y sus auriculares, con sus sonrisas, con las pulseras de sus hijos en las muñecas, con sus bromas. Con sus silencios. Era la edición número treinta de la prueba, una de las dos de media distancia que se celebra en Córdoba y que supone la antesala de la que se organiza en la capital, prevista el último fin de semana de noviembre y cuyas plazas, siete mil, hace tiempo que están agotadas.

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