PRIMERA PLANA
Historia de Ramón
BALTASAR LÓPEZ
Lleva cuatro años parado y le da vergüenza tener que pedir para subsistir. El sonrojo debería ser de la sociedad y de sus políticos
Entre mayo de 2014 y el mismo mes de 2015, la cifra de ocupados en la provincia ha engordado un 2, ... 2%. En ese mismo periodo entre 2008 y 2009, cuando la crisis nos devoraba, el número de personas con trabajo adelgazó un 5,2%. Negar la recuperación económica es tan absurdo como atiborrarse de donuts light y pretender no ganar kilos. Pero tampoco hay motivos para un atracón de optimismo. Porque la reactivación no es el maná. No saciará de golpe a esos miles y miles de cordobeses a los que la digestión de la prosperidad se les cortó hace demasiado. Sólo hay que ver que en la provincia hay 34.883 parados que llevan más de un año sin poder lograr un empleo. Son esas personas que siguen teniendo sentada a la mesa a la recesión, que les mata de hambre el alma y el cuerpo. Y esto no es ninguna metáfora.
Baste recordar que en 2014 la Cruz Roja vio cómo más de 38.500 cordobeses se acogieron a su Plan de Ayuda Alimentaria. Pero no me quedaré en una ensalada de cifras. Los números por sí solos son como un menú sin segundo plato. Nutren de mucha más información cuando junto a ellos se cuentan las historias de quienes hacen todos los meses el milagro de la multiplicación de los panes y los macarrones; que no de los peces. Porque hasta el pescado es un lujo en los hogares donde la única meta es comer algo tres veces al día. Así, ABC la pasada semana nos sirvió historias como la de Ramón.
Lleva sin trabajo desde hace cuatro años. Su paro se lo zampó la crisis. Ahora, cobra una ayuda para desempleados y está a punto de quedarse sin ella, pese a tener mujer y dos hijos. Con esos ingresos, explica, deben recurrir a Cáritas, que les facilita comida y ropa. Además, sus hermanos del Descendimiento le echan una mano. Resume su drama con una frase difícil de digerir: «La vergüenza de tener que pedir para mantenernos no se la deseo a nadie».
Lees eso y te dan ganas de decirle a todos los «Ramones» que hay en nuestra tierra que no se equivoquen. Que aquí los que debemos sonrojarnos somos lo que estando en una buena situación pudimos haber hecho mucho más durante lo que duró esta eterna recesión. Pudimos haber ayudado más a los ciudadanos cuya principal ocupación dejó de ser ir a la oficina o a la obra y pasó a ser buscarse la vida para llevar algo a su plato y al de los suyos. Ahora que los fogones de la economía vuelven a bullir y que hemos visto las dentelladas que a cualquiera le da el destino, espero que nos dediquemos no sólo a cebar nuestra cuenta corriente y posesiones, sino también a engordar nuestra solidaridad apoyando a Banco de Alimentos, Cruz Roja o Cáritas. Y lo suyo será que lo hagamos nosotros. No esperemos mucho de los políticos. La autocrítica por haber permitido durante más de un lustro este desastre humanitario en nuestra provincia y en España no está en su dieta. Eso sí es para tener un empacho de vergüenza y no lo tuyo, Ramón.
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