crónica negra de córdoba
Disparo mortal a un novillero
Emilio Ramírez «El Plantaíto» falleció el 11 de agosto de 1903 tras recibir un balazo por una discusión sobre unos excrementos
d. d.
El siglo pasado vivió en Córdoba un novillero de poca fortuna que se llamaba Emilio Ramírez Brito, más conocido como «El Plantaíto». Y pasó a la historia, no por sus faenas, sino por su triste final. Su historia ha sido recogida por el exmagistrado de ... la Audiencia Provincial de Córdoba Antonio Puebla Povedano y el comadante de artillería en la reserva José Cruz Gutiérrez, en su libro «Crónica negra de la historia de Córdoba. Antología del crimen». En el libro, sus autores relatan cómo fue la muerte del protagonista, que no tuvo como escenario un coso, sino la calle.
El Plantaíto solía frecuentar bares y prostíbulos, según recoge el texto. En una de estas casas, regentada por Josefa Almagro, coincidió el 22 de agosto de 1903 con Francisco Poyato, soltero y oficial panadero, «aunque seguramente su verdadera profesión era la de vegetar de taberna en taberna», señala el libro.
Mientras ambos se encontraban en el establecimiento, Almagro comenzó a despotricar porque algún desaprensivo se había hecho sus necesidades (las mayores) en el zaguán de la mancebía. «El novillero, posiblemente en broma, imputó a Poyato la autoría de tamaña desfachatez, lo que originó una fuerte discusión entre ambos» que, al final, quedó en nada, recoge el libro.
Los dos hombres decidieron ir a una taberna para celebrar su reconciliación. Pero, «al calor de las copas», la discusión sobre los excrementos se volvió a avivar. La tensión llegó a tal punto que el dueño del local instó a Poyato a que se marchase.
El Plantaíto, comido por el rencor, salió en su busca y lo encontró en una barbería de la calle Muñices. Poyato se percató de la presencia de su enemigo y salió del establecimiento. Al ver que el novillero le perseguía, no se lo pensó dos veces: sacó una pistola que llevaba y disparó al infeliz, que quedó herido de muerte. Antes de soltar su último aliento, empuñó un arma que llevaba y apretó el gatillo, pero «el pobre hombre no tuvo puntería» y falleció. Su homicida fue condenado a más de 17 años de prisión.
Disparo mortal a un novillero
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