CÓRDOBA, en clave de futuro

Pablo Manuel Díez, de Gondomar a Tiananmen

El periodista lleva una década como corresponsal en Asia y reivindica el noble espíritu del periodismo para la Prensa local

Pablo Manuel Díez, de Gondomar a Tiananmen ABC

RAFAEL AGUILAR

«Estoy impresionado por las imágenes del accidente de Taipéi por las veces que he pasado por esa carretera y porque en 2008 tomé ese vuelo a Kinmen». La frase la escribió esta misma semana Pablo Manuel Díez en su perfil de Twitter cuando tuvo ... noticia del siniestro aéreo, otro más, acontecido en esa zona del mundo que tan bien conoce este periodista cordobés nacido en julio de 1974 y que, desde 2005, es el corresponsal de ABC en China y Asia. En la última década, la pluma ágil e intrépida de este reportero se ha curtido en catástrofes y en sobresaltos, se ha doctorado en experiencias al límite y en situaciones conflictivas pero no ha perdido la capacidad de sorprenderse. Él sabe que ése es uno de los principios del periodismo.

Todo empezó el buen día en el que llegó a la conclusión de que su pasión era el reporterismo internacional. El descubrimiento partió del trabajo que desarrolló durante cinco años en la edición local del periódico en Córdoba, cuya redacción estaba entonces en la calle Gondomar. En 2007 obtuvo el Premio de Periodismo Ciudad de Córdoba, que concede la Asociación de la Prensa.

Cuando puso un pie en su nuevo destino profesional faltaban tres años para los Juegos Olímpicos y, según él mismo explica, «China y Asia ya generaban un creciente interés en los medios españoles que no ha hecho sino aumentar desde entonces, ya que el mundo está virando hacia Oriente por su crecimiento económico; como estos diez años han sido los más intensos e interesantes de mi carrera periodista, no me planteo regresar a Córdoba a corto plazo». Por el bloc de Pablo han pasado los acontecimientos más importantes del continente asiático sucedidos en la última década, como el terremoto de Sichuan y las revueltas tibetanas de 2008, el tsunami de Japón y el accidente nuclear de Fukushima en 2011, el rearme de los talibanes en Afganistán, las protestas de los «camisas rojas» en Tailandia en 2010, la tensión militar entre las dos Coreas, el tifón de Filipinas de 2013 o la desaparición del vuelo MH 370 de Malasia. No siempre ha sido un trabajo cómodo: más bien todo lo contrario. «En China, los periodistas parecemos delincuentes porque tenemos que ocultarnos de la Policía para entrevistar a los disidentes o los agraviados por las injusticias sociales. Por supuesto, a mí me han detenido varias veces, la última durante el aniversario de la matanza de Tiananmen el verano pasado», suscribe el corresponsal.

Catástrofes y sucesos se han mezclado en su trabajo con entrevistas

Piezas periodísticas para el recuerdo las tiene a decenas. Él ha buscado la oportunidad para plasmarlas sobre el papel. Además de viajar por todos los países de Asia, de Mongolia a Indonesia pasando por Nepal o la India, el corresponsal ha entrevistado a algunas de sus más señaladas personalidades de la vasta zona, como la premio Nobel de la Paz birmana Aung San Suu Kyi, el Nobel chino Liu Xiaobo, el arquitecto Wang Shu (premio Pritzker de arquitectura en 2012) y el artista y disidente Ai Weiwei. La pregunta que procede es si se puede hacer buen periodismo en ciudades de medio tamaño como Córdoba. «No sólo se puede, sino que se debe. Para mí, las grandes historias periodísticas son las humanas, y ésas están en cualquier parte, ya sea en un barrio deprimido de Córdoba o tras un tsunami en Asia.

Los miles de kilómetros que hay entre Córdoba y Pekín ambos lugares le han dado al periodista perspectiva para analizar la ciudad de la que procede. «En la distancia, he aprendido a valorar los pequeños detalles de una vida sencilla que nos parecen normales, pero que son un lujo en otras partes del mundo. Por ejemplo, el cielo azul y esos hermosos atardeceres de Córdoba se echan de menos en una ciudad tan gris y contaminada como Pekín, donde una espesa niebla provocada por la polución cubre el cielo y eclipsa el sol», puntualiza.

Pablo Manuel Díez, de Gondomar a Tiananmen

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