¿Por qué el 'chófer de la coca' tiró de la manta y reveló la parte más sórdida de los ERE?
El conductor de Francisco Javier Guerrero decidió confesar ante Alaya al temer que le utilizasen como cabeza de turco en el escándalo
El chófer de la coca exculpa a su mujer y ratifica sus declaraciones inculpatorias previas
Sevilla
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Iniciar sesión«Quiero contar toda la verdad sobre el asunto ahora mismo y sin abogado, porque me están puteando». Era el 15 de diciembre de 2011 y con estas palabras sorpendía a los agentes de Policía Juan Francisco Trujillo, chófer del exdirector general de Trabajo de ... la Junta de Andalucía Francisco Javier Guerrero, en aquellos días principal implicado en la trama de los ERE de la Consejería de Empleo.
Trujillo era desde 1989 integrante del cuerpo de conductores de la Junta de Andalucía. A comienzos de 2003 fue asignado como chófer del director general de Trabajo, persona clave de la Consejería de Empleo, y pronto entablaron una amistad más allá de la propia relación profesional. Ambos tenían caracteres abiertos y les gustaba el esparcimiento y la diversión. Tanto que Juan Francisco Trujillo comenzó a acompañar a su jefe en su costumbre de tomar una copa al terminar la jornada laboral.
Fue en un local de copas donde Guerrero le explicó que podía dar subvenciones «indiscriminadamente y sin necesidad de justificar nada». Ante el interés de Trujillo, le explicó cómo tenía que hacerlo: le pidió que le diera «unos nombres para concederles unas subvenciones» o bien que «él mismo creara unas empresas para podérselas conceder a él», según declaró el chófer en aquella reveladora confesión ante la Policía.
Trujillo preparó él mismo la documentación para las ayudas con las directrices que le marcó Guerrero. Unos documentos que consistieron únicamente en «un par de folios en cada uno de los expedientes que teóricamente contenían un plan de viabilidad de un negocio» y que entregó en mano al director general de la Junta.
Dos subvenciones
Poco después, la Dirección General de Trabajo y Seguridad Social andaluza otorgó a Trujillo dos ayudas de 450.000 euros cada una. Las subvenciones se otorgaron a dos empresas, Iniciativas Turísticas Sierra Morena, S. L y Lógica Estratégica Empresarial S. L, ambas de su propiedad, aunque en la primera también participaba su esposa con un 4 por ciento. La primera de ellas tenía la finalidad de crear un negocio de casas rurales en la Sierra de Andújar y la otra una empresa de muebles y una oficina de asesoramiento.
Ambas entidades eran ficticias y no tuvieron actividad alguna. De hecho, los 900.000 euros recibidos se emplearon, según declaró Trujillo, con una parte se compró un terreno en la sierra y con otra un piso en la calle San Luis de Sevilla. También se utilizó el dinero para «material de telefonía, artículos de música, antigüedades, ropa y otros», aunque la mayor parte del botín se empleó en comprar cocaína para ambos, ir de fiesta y en copas y prostitutas, según explicó el chófer.
El alto cargo de la Junta de Andalucía y su conductor no se dieron por satisfechos. Todavía hubo una tercera subvención por la misma cuantía, 450.000 euros, que fue a parar a la empresa Ave Nueva, de la que el chófer era administrador solidario y que tenía como «testaferro» a Isidoro Ruiz Espigares, exalcalde socialista de la pedanía de Andújar de Llanos del Sotillo, la localidad donde residía Juan Francisco Trujillo. El chófer cobraría más adelante una póliza dotada de 125.028 euros que puso a nombre de su madre tras falsificar su firma.
Por aquel entonces, Trujillo era una persona muy conocida en su localidad natal, la localidad jiennense de Arjona, y en Llanos del Sotilo, donde residía. Allí era conocido como 'el ministro', por vestir siempre de traje y corbata y por las influencias que decía manejar en la administración, además del alto nivel de vida que llevaba.
Chivo expiatorio
Los días de vino y rosas acabaron cuando la juez Mercedes Alaya comenzó a tirar del hilo de Mercasevilla y se topó con el desfalco de los ERE en la Consejería de Empleo. Tras la apertura de la investigación judicial, Trujillo -quien había sido despedido de la Junta en 2009 por no ir al trabajo y simular una enfermedad para obtener una baja- empezó a temer que le convirtieran en chivo expiatorio y tiró de la manta.
Su confesión permitió descubrir uno de los episodios más sórdidos del escándalo de los ERE. Según el chófer de Guerrero, llegaron a gastar 25.000 euros al mes en cocaína. El exalto cargo socialista de la Junta, ya fallecido, negó en su día las acusaciones: «Ni he sido un putero, ni me he dedicado a la drogodependencia», se lamentaba. Sus únicos vicios admitidos, puntualizó, eran los cigarrillos de Marlboro y los gintonics de Beefeater.
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