La brigada contra el calor extremo en las entrañas de los hospitales de Andalucía

El centro cordobés aplicó desde la entrada en él del obrero malogrado el Plan Andaluz para la Prevención de los Efectos de las Temperaturas Excesivas sobre la Salud, que es el largo enunciado del documento con el que el Servicio Andaluz de Salud (SAS) marca las pautas de comportamiento de su red asistencial cuando el mercurio se dispara. Estas líneas maestras se actualizan cada dos años —la versión en vigor data de 2024— y son los distintos complejos sanitarios los que las adecúan a sus propios perfiles, necesidades y recursos.

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El Virgen del Rocío de Sevilla es un ejemplo para entender cómo el riesgo del calor sobre la salud modifica el día a día de un hospital y cómo su personal se prepara para estar alerta. Este periódico ha consultado a cuatro profesionales con responsabilidades directas sobre la gestión del mayor hospital del SAS —atiende a una población que supera el medio millón de personas— y coinciden en que el estío supone un reto por el peligro evidente que implica la canícula, sobre todo para las personas de edad avanzada y con patologías crónicas delicadas.

«Si nos necesitan, nosotros estamos preparados». Lo dice Ángela Núñez, que ha estado al frente del departamento de Calidad del recinto durante años y que asume en breve la coordinación al apoyo de la gestión de Urgencias. «Un primer paso es distribuir y refrescar este Plan a través de los grupos de comunicación de nuestro centro, y además los profesionales disponen de un manual digital 'on line' en el que se indican también los principales pasos a seguir», señala Núñez.

Las directrices del Plan caen en cascada desde la Dirección-Gerencia al resto de los órganos directivos y a las unidades de gestión clínica, y de ahí a todos los niveles asistenciales competentes. «Especialmente sensibles en este sentido son las Urgencias y Medicina Interna, donde suelen estar los pacientes más frágiles, añosos y con patologías más delicadas», subraya esta médico de Urgencias.

El documento insiste en la revisión de los canales internos de circulación de personas dentro del hospital, en el flujo de pacientes. «Por ejemplo, comprobamos que el circuito de críticos está a punto», añade. El texto, de más de ochenta páginas, hace hincapié también en la importancia de identificar a los pacientes más vulnerables durante la escalada del mercurio. «Aquí hay que destacar el papel de la Atención Primaria, que tiene una misión fundamental para dar información previa» a los usuarios, resume Ángela Núñez.

Reducir al máximo las conductas de riesgo constituye una de las piedras angulares de la forma de operar del SAS en cuanto el termómetro empieza a dar quebraderos de cabeza, y un de ellas es el propio desplazamiento al centro sanitario. Ahí entra en acción el dispositivo que coordina Concha Conde, especialista en Medicina Interna.

Se trata de la Unidad de Hospitalización Domiciliaria y Equipo de Soporte de Cuidados Pediátricos Domiciliarios, formado por diez médicos, ocho enfermeros, dos psicólogos y una trabajadora social. «Aunque esta unidad existe en otros hospitales, la realidad es que en ninguno está tan desarrollada como en el Virgen del Rocío, donde atendemos a unos mil pacientes al año», subraya la doctora.

«Prestamos atención en el domicilio pero con rango de hospital: en vez de que los pacientes vengan al Hospital, somos nosotros los que vamos a sus casas, en las que hacemos un abordaje clínico y psicosocial completo a pacientes con enfermedades crónicas, pluripatológicos, con tumores avanzados o con insuficiencias cardíacas», afirma.

La Unidad intensifica su actividad durante las olas de calor como las que está viviendo Andalucía ahora: «Cuando vamos a las casas hacemos un valoración global del paciente y del lugar en el que vive, como la hidratación, refrigeración, porque el calor es más peligroso que el frío», puntualiza la médico, que cita entre los riesgos «los desbalances en la medicación, la descompensación de problemas de corazón, la deshidratación o la dependencia de fármacos muy fuertes».

Toda cercanía con el enfermo que suma a su dolencia el rigor de la canícula es poca. Y el teléfono es un buen instrumento para aceitar la comunicación. «Realizamos un seguimiento telefónico: ellos nos pueden llamar cuando lo necesiten para que le resolvamos dudas», precisa Conde.

Otra cuestión que no es ni mucho menor en un hospital, y más de la envergadura del Virgen del Rocío, es la comida. María José Robles es la jefa de la Unidad de Alimentación del recinto. De la potencia y complejidad del negociado que dirige da cuenta su titulación, que es la Ingeniería Industrial: su cabeza es la que organiza un servicio propio —no externalizado— que cuenta con 410 empleados y que distribuye al día 1.300 bandejas en cada turno —hay cuatro: desayuno, almuerzo, merienda y cena—.

«El menú de invierno a verano cambió el 18 de junio: nosotros somos mucho de comida casera, y en invierno ponemos muchos guisos, pero ahora no pegan unas lentejas, sino un gazpacho, un salmorejo, una ensaladilla, y las proteínas las servimos en una ensalada de pollo, por ejemplo, o con un plato de merluza fría; acabamos de introducir la caballa a la plancha y el pez de espada», relata Robles. Una de las novedades es que el postre se sirve con fruta de cuarta gama, esto es, que llega al Hospital ya troceada y cortada. El melón, la sandía y la macedonia ayudan a tolerar mejor la canícula.

El Virgen del Rocío, como otros muchos hospitales de Andalucía, mira más allá de sus puertas. Así, forma parte de un dispositivo coordinado por el Ayuntamiento de Sevilla para atender a las personas sin hogar cuando los cuarenta grados se convierten en la normalidad.

Agustina Hervás, jefa de Trabajo Social y Participación Comunitaria del centro, explica que «cuando llega aquí alguien sin casa, además de atenderlo, la orientamos para que se integre en el protocolo municipal contra el calor, que incluye zonas de sombra con hamacas, bebidas frías y posibilidad de ducharse».