INCENDIOS FORESTALES
Infoca: la fuerza de choque contra los incendios forestales en Andalucía
ABC convive en el punto más álgido de la temporada de incendios con las brigadas de Málaga en la base de Cártama, volando en plena emergencia a siete incendios en Andalucía para combatir cara a cara con el fuego
Málaga
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Iniciar sesiónLas brigadas empiezan su turno sobre las 12.00 horas, dependiendo de la hora a la que se pone el sol. Puntuales, llegan cada día a la base de Cártama (Málaga) dos de las cuatro bricas que conviven en el centro. Hay dos bases más: ... una en Sevilla y otra en Granada. En cada centro a diario hay 22 de los 44 bomberos forestales que lo conforman con un técnico de operaciones. Otros once están en casa de guardia no presencial con otro de los tres técnicos.
En Cártama, cuando llegan, lo primero es cambiarse. Todos se ponen la camiseta de algodón verde y los pantalones del uniforme. La brigada que está desde el día anterior hace la comida y la otra revisa las herramientas: azadas y motosierras siempre deben estar en estado óptimo. Además, es cuando se deciden 'los cascarillas'. En el helicóptero vuelan 19 bomberos, por lo que tres prestan apoyo logístico.
ABC ha convivido durante 15 días con estas brigadas, volando con ellos a siete incendios forestales para contar la historia de estos bomberos andaluces. En total hay 122 bomberos forestales que son la elite del Plan Infoca, una fuerza de choque desplazada en helicóptero a cualquier punto de Andalucía para combatir las llamas cara a cara a campo abierto.
Tras las primeras tomas de contacto, en la cuarta jornada, sonó la chicharra de «la aplicación de los guiris». Una 'app' promovida por los extranjeros de la Costa del Sol, que monitoriza los incendios andaluces. Fuego en Villanueva de la Concepción (Málaga).
La emisorista activa por megafonía a las brigadas 701 y 704. Al arrancar el helicóptero ya estaban vestidos con la ropa ignífuga. Las mochilas con el agua, varios tipos de guantes, las sales, el botiquín... Las brigadas forman en dos filas en la pista de despegue. Una va a desplegar el bambi para tirar agua desde el Súper Puma, que lanza 2.500 litros en cada batida. Esa misma carga las herramientas mientras todos embarcan.
En 10 minutos están desembarcando en el incendio, que es en una zona agrícola abandonada, pero que está empezando a coger monte. «Váyase, ya estamos veinte aquí; le puede dar un golpe de calor», avisa al propietario de la finca, un hombre 79 años, Francisco Cantero, técnico de operaciones, mientras organiza una lanza (cabeza de la manguera) con un tendido para apagar la llama.
Delante va un grupo con motosierras y azadas haciendo un perímetro. Es una vereda de un metro que sirve como línea de defensa quitando arboleda y dejando un camino entre lo quemado y lo verde sacando la piedra. «Si el Infoca es la élite apagando fuegos, es porque tiene los mejores soleteros [en Málaga a la azada se le llama soleta]», recuerda David Corrales (703). Sobre el fuego, el helicóptero tira descargas que huelen a podrido. Está cogiendo agua de una zona de depuradoras. El líquido se ve negro, caen trozos de excrementos y huele a purines de animales.
En medio de esa lluvia hedionda los bomberos forestales van a destajo 'soleta' en mano hasta frenar el fuego. Una vez perimetrado entran los retenes para su remate y extinción. La brica se retira por si hay otro incendio en otro punto de Andalucía. Pueden estar hasta 10 horas en un fuego, catorce con desplazamientos.
De vuelta a la base empieza un ritual, que es un manual de supervivencia. Lo primero es rellenar el agua. Cada bombero se desplaza con tres litros en la mochila: una botella con agua congelada y otra con agua fría que van mezclando con sales contra la deshidratación. También revisan las herramientas: apretar los astiles de las azadas, poner la lija para que no escurra y afilar las motosierras o sustituir cadenas. Eso más allá de las ocasiones en las que hay que pedir material porque ha quedado afectado por el calor extremo que soportan, cercano a los 50 grados y 90% de humedad.
Ese día, mientras la brigada ve el Tour de Francia, salta otro aviso en Pinos Puente (Granada). El primer reto es llegar al frente de llamas por casi dos kilómetros de caminos de cabras por medio de un monte que es un pedregal. Los ascensos a los lugares donde se comienza a trabajar, por ser zonas inaccesibles y por el ritmo al que se camina, es un momento exigente físicamente por la explosividad.
Al colocarse en la delantera de la extinción, la orden es hacer una serie de quemas para hacer contrafuego. Prenden para detener las llamas con terreno quemado, pero cae la noche y los vientos ascendentes del valle se convierten en descendentes. El fuego se echa encima. «¡Todo el mundo a lo quemado!», ordena Miguel Imbroda, jefe de la brica 701. El fuego cogió violencia y la cabeza del incendio corría hacia la brigada. El rugido es como si millones de abejas zumbaran a gran velocidad.
La 701 se queda en la parte alta de la montaña esperando a que pase el «monstruo». Cae la noche, pasan las llamas y toca bajar para ser evacuados como alpinistas alumbrados por una linterna. En un camino, Mariano García (701) llama a su mujer. «Nos quedamos en Granada. Está regular», dice antes de ir al hotel, donde el propietario espera para servir una cena caliente y, a la mañana siguiente, los vecinos que desayunan dan las gracias a la brigada.
Pocas horas después del regreso a Málaga toca volver a Granada. En medio de otra etapa de ataques de Pogaçar en el Tour, la brica vuela a Víznar, un incendio que ha exigido la evacuación de una urbanización donde las llamas han llegado a las paredes de las casas a los pies del Mulhacén.
Desde el aire Cantero, Imbroda y Alberto Mansilla, jefe de grupo de la 703, ven caminos y zonas de defensa. Las descargas surten efecto en la cabeza, la brigada se despliega en una zona de monte bajo. Hacen una línea parando el avance de la tierra quema y entran a una profunda acequia donde el fuego está cogiendo violencia. «Alberto me ha dicho que entrara y lo he hecho. Confío en su criterio. Si me dice que vaya, voy. Sé que no me va a poner en riesgo», señala Carlos Sández, tras salir de aquella brecha que podía haber sido una trampa mortal. La confianza es ciega entre compañeros.
En ese incendio tampoco los extraen antes del ocaso. La noche se pasa en Atarfe, donde a la mañana siguiente los vecinos se acercan a despedir al helicóptero. Al regresar, esta vez, sí habrá una tregua de unas 24 horas, hasta que empiece a arder un paraje en Marbella.
Desde el aire se ven llamas de varios metros de altura y el fuego parece inalcanzable empujado por el viento. Se dispone un tendido de manguera a lo largo de un cortafuegos y los medios aéreos lanzan retardante, que huele a amoniaco y pica en la piel, y agua (12.000 litros por descarga) para parar la cabeza. Dos horas intensas de trabajo. «Un golpe único con todos los medios posibles», afirma Francisco Vera, técnico al frente.
Al día siguiente, otro fuego por la tarde, esta vez en Casares. Hay que pararlo antes de que llegue en un barranco con un pinar y remolinos de viento. «Es una selva», dice un bombero urbano, mientras la brica avanza colándose por los huecos de los jabalíes.
Varias horas de trabajo sin descanso hasta salir a un camino donde arrecia el frío. No hace calor cuando se apaga el infierno. Sin la candela, la temperatura desciende de forma abrupta y los bomberos están empapados de sudor y agua de las descargas. La ropa húmeda hay que quitarla y secarla con el calor de los motores de los coches o los camiones para no caer enfermo. Tras la noche, algunos acaban dormidos acostados en un camino.
Tras días sin salidas en la base, arde un zarzal de Algeciras. Fran Aragonés, el técnico ese día, pide hacer un perímetro con herramientas. «Odio Cádiz para los incendios», dice Miguel Rubio, jefe de grupo de la brica 704, al atascarse el motosierra en un terreno donde es complicado andar por la maraña de zarzas de más de dos metros.
De regreso los días discurren entre partidas de voleibol, ajedrez, alguna formación y lecturas de novela histórica con todo listo para salir. Una mañana salta un aviso «preventivo». Un incendio en Mijas. Se actúa rápido y no va a mayores. «Estamos para que haya 800 conatos y no un incendio grande», afirma Imbroda.
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