De la borrasca a la DANA: la lluvia ya no es lo que era en Andalucía
En la última década, la Aemet observa un cambio de las precipitaciones leves y constantes a otras más torrenciales en otoño y primavera
La DANA es «una lotería», ya que «puede llover con fuerza en un municipio y no caer ni una gota en el de al lado», según la Agencia Estatal de Meteorología
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Iniciar sesiónLa estampa melancólica de ver llover con cadencia acompasada a través de la ventana del salón mientras se encharcan las calles y los parques y se llenan los pantanos hace mucho tiempo que se marchó de nuestras vidas. Es obvio afirmar que en Andalucía ... las nubes cada vez descargan menos agua y que esta especie de travesía por el desierto que provoca la sequía de larga duración parece haberse convertido en un mal interminable. Sin embargo, no se trata del único problema meteorológico que afecta a la región cada vez que miramos al cielo. De un tiempo a esta parte, no sólo llueve mucho menos sino que, además, ya no lo hace como antes.
Puede decirse sin temor a equivocarse que la lluvia ya no es lo que era en Andalucía. Y no se trata de una apreciación subjetiva sin mayor fundamento sino más bien de una de las conclusiones que se extrae de un estudio realizado por parte de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en el que se abordan las épocas del año y el tipo de precipitaciones que afectan a la comunidad autónoma en cada una de ellas. «Tenemos la certeza de que se ha reducido la cantidad de agua de lluvia recogida en los últimos diez años pero además podemos confirmar que también ha cambiado la forma de llover, que ya no es la misma de antes», explica Juan de Dios del Pino, delegado territorial de la Aemet en Andalucía.
¿Y qué ha ocurrido en este tiempo para que se produzca este cambio de tendencia? La explicación es bien sencilla. Las borrascas atlánticas que tradicionalmente barrían la región de oeste a este especialmente durante el invierno, que dejaban una lluvia fina y constante durante varios días consecutivos, han ido desapareciendo poco a poco, dando un mayor protagonismo a las depresiones aisladas a niveles altos (DANA). Estos fenómenos lluviosos, más frecuentes en otoño y en primavera, se caracterizan por unas precipitaciones más aisladas y puntuales, que en ocasiones pueden llegar a ser torrenciales y estar acompañadas de tormentas. Del Pino advierte de que una DANA es «como una lotería», pues «puede caer con mucha fuerza en una localidad concreta y no dejar ni una sola gota de lluvia en el municipio de al lado».
En un análisis más en profundidad de lo ocurrido a lo largo de estos últimos diez años agrícolas –entre el 1 de septiembre y el 31 de agosto, según la Aemet– se observa que en todos ellos, con excepción de lo ocurrido durante el curso 2017-2018, el porcentaje total de lluvias caídas sobre la región ha estado por debajo de la media habitual. Del Pino asegura que «poniendo la lupa» en estos datos se constata que lo que «ha fallado» durante este periodo son las precipitaciones invernales, que son provocadas normalmente por las borrascas atlánticas. Eso sí, señala que «no existe una explicación científica» a este cambio de tendencia y que son los datos los que confirman la ausencia de estos fenómenos lluviosos durante la época en la que era más frecuente que afectaran a la región.
Llueve más en primavera
El reparto de las precipitaciones por estaciones meteorológicas en Andalucía desde 1961 –el primer año del que la Aemet tiene datos oficiales– confirma que el invierno ha sido tradicionalmente la época en la que se producía el mayor número de los chubascos del año. En concreto, entre los meses de diciembre y marzo se alcazaba el 38,8 por ciento del total de las lluvias anuales. Eran, en su mayoría, «precipitaciones eficientes, regularmente distribuidas y de bajas intensidades», recuerda Del Pino, que procedían de las borrascas atlánticas. El resto de las precipitaciones anuales se repartían, por este orden, durante el otoño (30 por ciento), la primavera (26,8 por ciento) y el verano (4,5 por ciento).
No obstante, esta tendencia que se repetía con frecuencia en toda la serie histórica ha acabado invirtiéndose en estos últimos diez años. Las estadísticas de la Agencia Estatal de Meteorología recogen que, desde 2013, la primavera pasa de ser la tercera a ser la primera estación del año en la que se registran más precipitaciones, con un 35,1 por ciento del total. El segundo lugar lo sigue ocupando el otoño, que sube su porcentaje de lluvias hasta alcanzar el 31 por ciento. El invierno, por su parte, ha pasado a ser la tercera época del año más lluviosa, con casi ocho puntos menos sobre la media habitual desde 1963. Por su parte, el verano sigue disminuyendo y se queda en el 3,2 por ciento.
Cambia la época en la que llueve y, en consecuencia, lo hace también la calidad de lo que ha llovido. El protagonismo del otoño y la primavera hace que la DANA se haya convertido en el fenómeno más frecuente durante la última década. Para muestra de esta novedosa situación, lo que ha sucedido en el reciente año agrícola, finalizado el pasado 31 de agosto. La mayor parte de las precipitaciones registradas, el 57,5 por ciento, se produjeron en dos episodios. Uno de ellos, a finales de 2022, coincidiendo con una borrasca atlántica que afectó a Andalucía en el puente de diciembre. El otro, entre mayo y junio de este año, estuvo provocado por varias DANA consecutivas, que no fueron más que el reflejo de una situación meteorológica cambiante en la que la lluvia también empieza a comportarse como no estábamos acostumbrados.
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