Antonio Pérez-Martínez, oncólogo infantil: «Los andaluces somos trabajadores, innovadores, y tenemos esas habilidades sociales que muchas veces faltan»
El doctor, nacido en Granada, es director de la Unidad CRIS de Terapias Avanzadas en Cáncer Infantil, en el Hospital La Paz de Madrid
El milagro de Lucía tiene acento andaluz y ojos gaditanos
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Iniciar sesiónEl doctor Antonio Pérez-Martínez es jefe del Servicio de Hemato-Oncología Pediátrica del Hospital Universitario de La Paz (Madrid) y director de la Unidad CRIS de Terapias Avanzadas en Cáncer Infantil. Pero, sobre todo, es la esperanza de tantos niños y niñas que ... necesitan de su apoyo para vencer a la leucemia cuando ya no queda más, cuando no existe ninguna alternativa. Granadino de nacimiento, ha logrado a través de la investigación y la medicina aplicada el milagro «científico» de Lucía, junto a otros amigos a los que la vida ofrece una segunda oportunidad.
El galeno narra con exactitud técnica y una metafórica pedagogía ese proceso que ha logrado la supervivencia de siete niños que antes no contaban con ninguna otra oportunidad. Defiende la colaboración público-privada y entiende que hay que cambiar el modelo de gestión de las enfermedades raras, apostando por la concentración y no la dispersión para aglutinar el conocimiento. El objetivo es curar al 100% de los jóvenes con cáncer, y confía en que se consiga en 2030.
-¿En qué ha consistido este tratamiento?
-Todos los niños atendidos tenían la misma enfermedad, que es leucemia linfoblástica aguda tipo B. Habían recibido el tratamiento estándar en diferentes servicios de España, tanto quimioterapia, como trasplante e incluso el CAR-T 19. Ellos pertenecen a un porcentaje pequeño de pacientes que recaen y ya no tienen ninguna otra opción terapéutica. Están condenados a fallecer.
Nosotros hemos rescatado a ocho de estos 12 pacientes, al 70%, con un CAR-T de nueva creación que se llama CAR-T en tandem y lo hemos fabricado aquí nosotros mismos. Se hace como el convencional. Introducimos un vector viral para qu exprese una diana. Un anticuerpo, un CD19, pero en este caso hacemos que también se exprese en el CD22. De manera que nuestro CART sigue funcionando incluso si la leucemia no expresa CD19 o deja de expresar CD19 que es uno de los mecanismos de escape por el que estos niños recaen.
-Por si falla en uno, se agarra al otro.
-CAR-T significa células T con receptores de antígenos quiméricos, pero también se puede traducir en inglés, car, como coche. Es como si llevaras el vehículo al taller, que es el laboratorio. Los mecánicos, que somos los investigadores, hacemos una puesta a punto para darle dos propiedades fundamentales. La primera es ponerle una antena, un GPS, que le va a decir hacia dónde tienen que ir de manera exacta. Y luego le ponemos una segunda señal para que, cuando llegue a esa dirección, haga su trabajo amplificado, que es matar la leucemia. El tratamiento es muy específico pues va solamente donde queremos, y es muy potente.
Con el CAR-T en tándem le introducimos dos direcciones al GPS. Si falla un sitio, el otro lugar lo puede encontrar. Es la misma casa grande en la que puedes entrar por un lado o por la puerta trasera, pero es el mismo edificio. Sería muy mala suerte que se cayeran las dos señales. Con el tiempo, la leucemia puede aprender también a quitárserlo, pero será mucho más complicado con dos mecanismos de escape que solamente uno. Estas dos señales son el CD19 y el CD22.
-¿Esto se completa con un trasplante?
-Así es. A día de hoy, los tenemos que consolidar y les tenemos que retrasplantar, con un trasplante de baja intensidad, para que podamos consolidar la respuesta adquirida por el paciente. En el CAR-T en tándem la aproximación terapéutica es doble.
Es un trasplante no convencional, de intensidad reducida, sin generación corporal, que se toleran mucho mejor y por eso el 70% de los niños están libres de enfermedades y secuelas.
-¿Es un ensayo que sólo se ha dado en España y en vuestro hospital, en la Paz?
-Es de producción propia, académico, no hay ningún laboratorio ni industria farmacéutica detrás. Hay colaboración con un laboratorio farmacéutico que es Miltenyi, que es quien nos da el vector. Es como si vas a comprar los ingredientes y haces tú el pastel. Puedes ir a la tienda a comprar la tarta de piononos, y te van a clavar, o adquirir los ingredientes y encargarte tú mismo.
-¿Cómo lo han conseguido?
-Primero, como uso compasivo, porque los ensayos clínicos en España en niños tardan mucho en autorizarse. Como teníamos datos muy potentes de que esto podía funcionar, cada paciente que iba viniendo, de Sevilla, Valencia, Barcelona o Madrid, pedíamos autorización a las agencias reguladoras para que nos permitiesen hacerlo.
Y de esa manera hemos conseguido, como algo excepcional, hacer hasta 11 pacientes compasivos. El ensayo clínico nos lo abrieron en junio y ya tenemos 12. Ahora contamos con dos espacios de fabricación para meter dos potenciales pacientes. La idea es hacer un estudio con 20 pacientes y nos faltarían aproximadamente ocho.
-¿De qué manera particular ha afrontado el caso de Lucía?
-Es una niña que lleva malita desde los 17 meses, ahora es una adolescente, y todas sus recaídas siempre han sido muy precoces. Esta es la primera vez que lleva 20 meses libre de enfermedad esperemos que no vaya a recaer, pues para la leucemia tiene que pasar más tiempo para asegurar que está curada completamente.
-Se trata de una colaboración público-privada, entre el Hospital de la Paz y y la Fundación Cris Contra el Cáncer.
-Nosotros lo hacemos en el hospital público, muchos de nosotros somos funcionarios, y a la vez tenemos la unidad CRIS de terapias avanzadas, una fundación que se dedica a la investigación contra el cáncer que apoya a investigadores y proyectos de investigación como el nuestro, disruptivo, metiendo recursos humanos y a gente de mucho talento. Va dando lo que el hospital no te puede dar.
De esa manera, llevamos desde el año 2017 trabajando en esta unidad que ya empieza a recoger sus frutos.
-¿Es una opción para optimizar y amplificar los efectos de la sanidad pública?
-Totalmente. Los recursos públicos son limitados, hay muchas necesidades, los tratamientos cada vez son más complejos y más caros. Hay diagnósticos que nadie investigaría. Si yo le digo a la industria farmacéutica que me haga un ensayo para los niños que han recaído a este cáncer, que hay 20 o 25 en España, te van a decir que no, porque ellos tienen intereses en los más prevalentes. No hay una investigación de la industria porque son muy pocos casos.
Ahí la única manera de poder avanzar es que haya investigación universitaria, académica, sin ánimo de lucro. Fundamental para crecer en esos equipos y mantener investigadores de forma estable. Si todo revierte en el propio hospital, en los propios enfermos, es un ejemplo claro de que es el camino. Hace falta gente muy especializada, muy bien formada, y el sistema no llega.
Es un modelo que ya está inventado. Se hace en Estados Unidos y en centros europeos. Hemos de aspirar a centros de excelencia clínica. Lo que conocemos como centros integrales de cáncer infantil, en España no hay. Con que hubiera cuatro o cinco, serían más que suficiente para tratar de forma adecuada, excelente, a estos niños que son muy poquitos. Son 1.000 nuevos casos todos los años.
Pero la estrategia que hay ahora es de dispersión. En Andalucía hay diferentes Servicios de hematoncologia infantil en cada provincia. La única que no tiene es Huelva. Si en la comunidad hay poco más de 300 niños, sería mejor poner uno en Andalucía occidental y otro en oriental, porque hay que unir a los especialistas y a esa materia gris, los investigadores
-¿Es una obligación dentro de la revolución que necesita el sistema sanitario público andaluz?
-Tenemos que cambiar el modelo de atención. No debe ser disperso, no podemos atomizar algo que ya de por sí es es muy pequeño, hemos de tender a la concentraciones. Hay que centralizar, como hacen en Europa, para dar los mejores tratamientos, los mejores ensayos. Así habrá equidad, accesibilidad y sostenibilidad.
No puede haber varios centros en Sevilla, Granada, Córdoba, Jaén, Almería, Malaga y otro en Cádiz y Jerez;...hay que abordar de forma más eficiente las enfermedades y procesos raros, concentrando los especialistas y la investigación. Seremos mucho más eficientes.
-¿Y por qué se hace esto en nuestro país?
A España le penaliza la territorialidad. No hablo de la gestión de la sanidad en general, hablo de esta en concreto. La gestión de las enfermedades raras tendría que hacerse de una forma concentrada. Es la única manera de garantizar equidad, de garantizar acceso a los mejores tratamientos más innovadores de que avancemos, de que la supervivencia se iguale a los países anglosajones, que se puedan tener acceso a los mejores tratamientos de vanguardia y que podamos atraer talento y retenerlo.
Hay que hacer pedagogía a la sociedad y a los políticos. No es lo mismo un cáncer de colón o de mama, muy prevalentes, que los cánceres en los niñós. No se puede desarrollar la misma gestión para 200.000 personas que para 300 niños. No es lo mismo que un especialista opere un tumor en el cerebelo al año que opere 50. Eso no aporta conocimiento, experiencia, y retrasa el avance científico y clínico.
No por tener un centro de oncología infantil al lado de mi casa es mejor, hay que garantizar que los niños reciban los mejores tratamientos allá donde estén.
-Y desde la sanidad pública, ¿no? Porque son tratamientos muy caros.
-Sí, sí. En España, el único modelo que puede garantizar a día de hoy esto es el modelo público. Los Países Bajos es un buen ejemplo, con un centro de referencia en Utrecht, el Princess Máxima, que es un centro integral de cancer infantil anexo a un gran centro hositalario de adultos, y a la universidad. Fluye una cartera de serivcios medicos-quirurgicos y centrales completa, junto con investigacion talentosa y formación continua docente.. Allí hacen todas las cosas y los demás centros participan en otros niveles del proceso oncologico, en red, pero con una cabeza, y ahora mismo son los que lideran el conocimiento a nivel internacional en los ca´nceres infantiles y tienen los mejores índices de supervivencia
-¿Qué noticias le llegan de la sanidad pública andaluza?
-Todavía hay situación de precariedad laboral, con contratos inestables, y la mayoría de ellos tienen que trabajar también en la privada pues lograr mejores salarios. En mi caso es impensable con el tiempo que le dedico a investigación, no podría trabajar en la privada.
Hay que cuidarla, incentivar a los profesionales para que hagan investigación y se remunere adecuadamente. Y pensar en la colaboración público-privada, sin estigmatizar a nada ni a nadie pues estamos todos para ayudar a alcanzar el mismo objetivo. Hay que hacer un análisis profundo sin politizar.
-¿Se ha quedado obsoleta?
-Sí, en mi opinión, el modelo, sí. Para poder gestionar estas enfermedades ahora hay que incorporar esas colaboraciones, hacer esa pedagogía, pero desgraciadamente la utilizamos como arma arrojadiza. Habrá que hacer alianza con la industria farmacéutica, habrá que cambiar. En fin, tenemos muchos debates abiertos, pero me gustaría que fuesen debates técnicos y no políticos.
-¿Le gustaría volver? ¿Qué tendría que pasar?
-Me encantaría. Pues... una oferta. Me gustaría liderar un centro entero del cáncer infantil en Madrid, en Sevilla o en Granada. Desde la universidad ser partícipe de un proyecto de estas características, donde esté toda la sociedad involucrada.
Me encantaría hacerlo en mi tierra, que tenemos a veces un estigma que no es real, porque somos supertrabajadores, superinnovadores, y además tenemos esas habilidades sociales que muchas veces faltan a otra gente y a mí me ha abierto mucho el mundo.
Todavía se mueren todos los años 300 niños con cáncer. Nuestro objetivo es curar al 100 % en 2030. A través de la investigación y de la gestión del conocimiento se puede hacer mucho más.
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