Patricia Ramírez, madre de Gabriel Cruz: «Me partió la vida por la mitad y desde entonces amenaza con volver a hacerlo»

Una historia truculenta que hizo llorar a guardias civiles y periodistas. Al final la cazaron. El niño estaba con la familia paterna pasando el puente de Andalucía en Las Hortichuelas (Níjar). Quezada se lo llevó a una vivienda familiar cercana en Rodalquilar con el pretexto de pintar. Allí lo mató y enterró. Cuando se le vino encima la revolución por la búsqueda intento llevarse el cuerpo. En ese momento, ya todos sabían que había sido ella. Le rompió la vida a la familia de Gabriel y se la partió en dos a Patricia que pensaba en la esperanza de un secuestro y que le devolviera a su hijo.

— Ahora que estás estudiando Psicología y Criminología. ¿Crees que podrías haber hecho algo para evitar el asesinato?

— Personalmente, claro que me he culpado. Por nuestra cabeza no pasaba lo que le hizo, no fue accidental, sino premeditado, llevaba tiempo planteando esta situación. Hizo un vudú de Gabriel. Le salió la partida perfecta, tenía a todo el mundo controlado. La única forma de haber evitado esto es que no se hubiera ido ese fin de semana con su padre, pero él se quería ir. En esa casa se le atendía muy bien, adoraba a su abuela y quería estar en Las Hortichuelas con su padre y con sus amigos, esto estaba por encima de si ella le gustaba más o menos.

— ¿Por qué cree que asesinó a Gabriel?

— Creo Ana Julia pertenece a un tipo de psicópatas que suelen ser mujeres que matan por intereses económicos. Sólo hay que analizar su posible escalada criminal, todo lo que se ha publicado, desde su llegada a Burgos hasta Almería. Estaba deseando casarse con Ángel, le había pedido varias veces matrimonio, incluso cuando estábamos buscándolo, mi hijo era un estorbo para ella.

— ¿Qué momentos de la búsqueda de su hijo le marcaron profundamente?

— Lo recuerdo todo, palabra por palabra. De aquellos doce días, hay cosas que no están en mi memoria como los amigos que estaban en casa y nos ayudaban, pero pregúntame sobre ella en cualquiera de los días, dónde estaba sentada, qué decía o hacia dónde iba. Eso lo tengo grabado en mi cabeza y ha sido el origen de muchas pesadillas. El peor momento fue cuando Ángel me llama y me dice que ha desaparecido y llego a Las Hortichuelas.

— ¿Cómo fue cuando llega a esa casa sin Gabriel?

— Nada más entrar me encuentro a Ana Julia, con la abuela, yo estaba muy alterada, sabía que mi hijo no había escapado. Llegué sobre las 20.30 horas y cuando pregunté qué había pasado, su abuela no podía contestar. Pregunté por la ropa que llevaba para el cartel, pero ella no la dejó contestar. No se me olvidará nunca lo que me dijo, porque me ha reventado la vida desde ahí. Ana Julia me contó que Gabriel me quería llamar por la tarde y no lo había dejado. Ahí me di cuenta de que había sido ella. Cuántas veces me habré preguntado qué me quería decir mi hijo, ese momento fue horrible.

— Si pudiera hablar con Gabriel, ¿Qué le diría?

— Que lo siento, que esto no se lo merece. Para que ella esté presa le costó la vida. No se merece que lo haya puesto en duda, que dijera que le gritó o la amenazó, eso no era verdad, eso jamás lo hizo. Le diría que lo quiero y lo estoy deseando ver. Le pediría que me perdone porque sé que me estoy matando y no me estoy cuidando, no le gustaría que lo esté pasando tan mal. Como madre, hermana, tía e hija no me puedo evitar querer defenderlo y que no lo vean feo. ¡Qué madre no defiende a sus hijos! Tengo todos sus recuerdos en mi cabeza, para mí él está vivo, no acepto que se haya ido y por eso, entre otras cosas, me hace tanto daño que hablen de él y mercadeen con su muerte.

— Fueron semanas muy duras, con todo un país volcado en encontrar a su hijo. ¿Se sintieron agobiados y presionados?

— Nosotros llamamos a un amigo que nos ayudó a contactar con Desaparecidos y a partir de ahí fue creciendo la difusión para localizarlo. A instancias de la Guardia Civil se delegó una persona para prensa por parte de mi familia y otra por parte de la de Ángel para que nadie se sintiera apartado. Nosotros salíamos con lo que teníamos que decir, aconsejados por ellos, no porque quisiéramos protagonismo.

— ¿Llegó a hablar con ella después de saber que había asesinado a tu hijo?

— No, ni quiero. En aquel momento le hubiera dicho de todo. Me partió la vida por la mitad y desde entonces amenaza con volver a hacerlo. Pensaba en la esperanza de un secuestro y que me lo devolviera.

— ¿Le ha pedido perdón por lo que le hizo a Gabriel?

— ¿Qué perdón me va a pedir? ¿En aquella carta que se filtró donde amenazaba de que quería hablar? Si lo sintiera, no diría que mi hijo la insultó, que cogió un hacha. Reconocería que lo hizo, se callaría y trabajaría como cualquier preso para pagar la responsabilidad civil. También hubiese dado cuenta de la casa que tiene en la República Dominicana que parece que se ha esfumado y no existe, o no hay interés porque exista. Cuando uno se arrepiente no quiere dañar más. Ella quiere salir otra vez a contar su versión cobrando, sabiendo que nos va a reventar la vida. Eso ni es arrepentimiento, ni reinserción y mucho menos justicia restaurativa.