Dreambeach, el gran festival de música electrónica que se celebra en la playa de la bomba atómica de Almería

En la playa de Quitapellejos, en Palomares, igual que se bañó Manuel Fraga para dar seguridad a sus aguas tras caer una de las bombas, allí se refrescan durante esta semana los festivaleros que han acudido para ver sus ídolos. Los concurrentes a esta cita, con una edad media que no supera los 28 años, desconocen en su mayoría que en esta zona cayeron cuatro bombas termonucleares.

El terreno del entorno donde se celebra este festival y su entorno presenta contaminación radioactiva, principalmente plutonio y americio. Más de medio siglo después la zona sigue sin limpiar, pero aquí están los 'dreamers' que esperaban con ansias la vuelta del festival tras la pandemia.

Esta edición se ha adelantado respecto a los años precedentes debido a las quejas de los empresarios turísticos, ya que el Dreambeach alteraba las reservas y el ambiente tranquilo del entorno. Apenas unos pasos del recinto de conciertos se encuentran las mejores urbanizaciones de Vera, incluyendo el residencial naturista.

Los inconvenientes que genera el festival son notorios y uno de los más criticados es la basura que dejan los asistentes en la playa. Además, los vecinos tienen que recurrir a tapones no para poder dormir sino para poder aguantar durante el día porque la música electrónica no cesa, día y noche durante cuatro jornadas, hasta que mañana por fin se apaguen los altavoces bien entrada la madrugada.

El dispositivo de seguridad para este festival es descomunal, por tierra, mar y aire la Guardia Civil despliega a sus efectivos. El operativo para garantizar un desarrollo pacífico cuenta con la presencia del Grupo de Acción Rápida que ha desplegado medios de alta tecnología como drones, sanidad táctica, equipos de tiradores de precisión, motos todo terreno y perros detectores de explosivos.

La localización de drogas es uno de los principales retos, además de la seguridad vial en las vías de acceso del recinto de conciertos y zonas de acampada que se colapsan durante esta semana. Carreteras comarcales, algunas sin arcén, que se quedan inutilizadas y bloquean la circulación habitual de los residentes y veraneantes de la zona.

Durante el Dreambeach se baten récord de pruebas de alcoholemia y estupefacientes, más de 4.414 en la última edición en una zona que hasta hace unas semanas los agricultores estaban recogiendo sandías en los cultivos al aire libre. Son muchos los establecimientos que cierran ya que no quieren afrontar la presión de público, ni las condiciones en las que llegan.

Cuando llegue el domingo, Palomares y Villaricos recuperarán su normalidad estival, familias en la playa, comidas en chiringuitos y alojamientos sin ruidos ni fiestas a deshoras. Los bancales en los que los 'dreamers' han acampado volverán a ser arados para preparar el terreno de cara a próximos cultivos, mientras que los terrenos contaminados por las bombas atómicas seguirán allí a la espera de una decisión del Gobierno de España que siguen aguardando los vecinos más de cincuenta años.