Análisis
Sánchez y la amnistía: la presión no ahorca, pero sí aprieta
El socialista ha tomado nota de que borrar todos los delitos del 1-O tendría consecuencias difíciles de calibrar
Lo que ganó Feijóo y la factura que tendrá que pagar (29/9/2023)
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Iniciar sesiónDice un colaborador de Pedro Sánchez que anímicamente se encuentra mucho mejor ahora, -a punto de pactar una amnistía que podría ser jurídicamente anticonstitucional, éticamente inaceptable y que podría romper su partido-, que en el tramo final de la campaña, cuando veía que podía perder ... el poder. Pero también que no esperaba la fuerte contestación de los socialistas históricos y que ha tomado nota de que la amnistía total que reclaman los independentistas puede tener consecuencias difíciles de calibrar.
El detalle confirma lo que tantas veces se ha escrito sobre la importancia que el líder socialista concede a mantenerse en el poder, anteponiéndola a los intereses del país y de su propio partido. Y también que por mucho que los portavoces socialistas se afanen en hacer correr la idea de que a Sánchez le resbalan las críticas internas, esto no se corresponde con la realidad.
Realmente, ambas circunstancias van de la mano, porque aunque seguramente la soberbia juega un papel importante en la dificultad que demuestra el jefe del Gobierno para encajar reproches, lo que más le afecta es perder el apoyo social en tanto anticipa una pérdida del poder. Las críticas de los socialistas históricos pueden no ahorcar a Sánchez en el sentido de forzarle a renunciar a la amnistía, pero sí pueden dificultar la digestión del borrado de delitos entre militantes y votantes. Aunque el debate no exista en las reuniones oficiales de la ejecutiva sanchista, es una realidad en las filas. Por eso, Sánchez no quiere conceder la amnistía total que reclaman los independentistas sino una lo más acotado posible. «Veo difícil que vaya a ser la que se está hablando», subraya un miembro del Gobierno, como coartada para neutralizar las críticas de Felipe González y demás socialistas históricos. «Desde luego en ningún caso va a aceptar la autodeterminación».
El derecho a decidir y una amnistía global son lo que los socialistas vienen denominando «posiciones maximalistas» de los independentistas. Si el acuerdo aún no está cerrado, pese a la imperiosa necesidad de pactar de Pedro Sánchez y Carles Puigdemont, es porque el primero necesita hacerlo lo más digerible posible para los suyos; el segundo no está por la labor de momento; y ERC ha emergido como tercer jugador situando la autodeterminación en el tablero de juego para ganarle la mano a Junts.
La voluntad de pacto es evidente por parte de los tres pero el que aún no haya acuerdo firmado impide descartar una repetición de los comicios. «Junts baja pero ERC sube y obliga a Puigdemont a subir», resumen en el Gobierno. «Si no abandonan la autodeterminación, habrá elecciones», señalan. Aún así la sensación interna sigue siendo de optimismo respecto a que habrá pacto. «Ha habido momentos de más pesimismo», señalan. Y este ambiente no se ha alterado pese a la resolución aprobada esta semana en el Parlamento catalán para exigir a Sánchez que conceda la amnistía y camine hacia la autodeterminación si quiere volver a ser presidente. «No cambia nada porque es lo que estaban pidiendo en privado. La única diferencia es que lo han hecho público como mensaje a su parroquia, y que nosotros hemos respondido públicamente», subrayan fuentes socialistas. Por tanto, lo visto hasta el momento forma parte del pulso de dos partes que buscan un acuerdo lo más favorable posible a sus intereses, pero que quieren entenderse. Aunque a Moncloa le gustaría situar la investidura el 19 y 20 de octubre, esta cierta tranquilidad responde a que tiene dos meses de plazo.
Entretanto, y en previsión de un acuerdo, Sánchez ha decidido apretar filas y se ha fijado un tour de actos que inició ayer en Sevilla para alentar la movilización interna, en lo que supone un reconocimiento de que algo pasa o teme que pueda pasar. «Hay cargos y militantes a la espera de conocer qué se pacta. González y compañía también», admiten desde el Gobierno. Y es que los históricos no ahorcan pero sí aprietan.
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