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El albañil asesino de Olot quería matar a más gente

El gerente y el director de la sucursal también eran su objetivo, pero no los encontró

JANOT GUIL

Pere Puig Puntí, el albañil de 57 años pasó a la historia el pasado miércoles tras matar a tiros a cuatro personas en Olot: a sus dos jefes y a dos empleados de banca de una sucursal de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM). Pero podrían haber sido más. Según fuentes de la investigación, el asesino planeaba sumar más muescas en la culata de su escopeta de caza cuando entró en las dependencias de la CAM de la calle Camil Mulleras. Mató a su subdirector, Rafael Turró, y a una empleada, Anna Pujol, pero se cree que quería dar caza también al director de la sucursal y a su gerente. Afortunadamente, el primero estaba ausente, desayunando, en el momento de los hechos, y el segundo estaba en el primer piso de la sede la sucursal, fuera de alcance.

Puntí pasará esta mañana a disposición ante el titular del Juzgado de Instrucción número de la capital de la comarca de La Garrotxa. Lo hará tras pasar la noche «tranquilo», «sereno» en la comisaría olotina de los Mossos, según señalaron fuentes policiales. Calmado y silente, porque no declaró ante los agentes, lo que redunda en un mayor interés si cabe por lo que pueda deponer ante el juez.

El motivo de su matanza, los problemas económicos que el acuciaban, aún tiene cabos sueltos, detalles por explicar. Por un lado, el supuesto impago de varias mensualidades, el que finalmente le pagaran con un cheque sin fondos y su inminente despido causado por los problemas económicos que arrastraba la empresa donde trabajaba, Construcciones Tubert, se apunta como la razón de que Puig matara a tiros en un bar de La Canya al dueño de la constructora, Joan Tubert, y a su hijo Ángel.

Del otro, el doble crimen en la sucursal que pudo ser más letal se atribuyó en un principio al hecho de que Puig podría tener allí un cuenta con más de 4.000 euros al descubierto, en rojo, por cargos de la tarjeta a los que no habría podido hacer frente. Y también se sugirió que le iban embargar la casa por no pagar lo adeudado. La falta de ingresos, pues, unida a la reclamación de una deuda habría abocado al albañil a saldar cuentas de la manera más atroz, con una aparente premeditación que será diseccionada por las periciales psicológicas.

No obstante, esta teoría tiene lagunas en forma de contradicciones que Puig deberá aclarar hoy ante el juez. Y es que el máximo responsable de la CAM en Cataluña, Gabriel Sagristá, explicó ayer que Puig no tenía deuda con ellos, si bien confirmó que era titular de una cuenta corriente y una tarjeta de crédito. «Era un cliente de los que no son habituales, pero no hemos tenido con él problema alguno ni teníamos hipotecada su casa», señaló. Además, Sagristá aclaró que los dos constructores muertos a tiros no eran clientes de la CAM, lo que desmonta la hipótesis de que la reacción del albañil contra los empleados de banca fuera consecuencia de su enfado por ir a cobrar un cheque expedido por sus patrones y ser informado de que no tenía fondos.

Y enmedio de esta maraña, asoma otra tesis, la que un supuesto amigo cazador de Puig, Chico, avanzó anteayer a ABC: que a Pere le engañó su jefe haciéndole firmar unos papeles que no entendió, un «crédito», y que acabaron arruinándole.

A la espera de que el protagonista hable, Olot se congregó ayer para guardar dos minutos de silencio a las puertas del ayuntamiento en un acto de condena y solidaridad con los familiares y las víctimas. Además, exigieron que se limpie el nombre de su ciudad, que se ha visto salpicada por la crónica negra.

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