Rajoy denuncia en Madrid la campaña de «mentiras e insultos» del PSOE
«No voy a entrar en lo que quieren, en enfangarlo todo», dice junto a Aguirre y Gallardón
CRISTINA DE LA HOZ
El de ayer fue el primer mitin de campaña que reunía a Mariano Rajoy con Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón, escena que no se repetirá hasta el día 20, cuando se ponga punto y final a este periplo de quince días que se abrió ... el pasado viernes. Poco se habló de políticas municipales y autonómicas y mucho del Gobierno socialista, en general, y de José Luis Rodríguez Zapatero, en particular. De hecho, ni siquiera Aguirre y Gallardón citaron una sola vez a sus respectivos adversarios políticos: Tomas Gómez y Jaime Lissavetzky.
El discurso, breve, de Mariano Rajoy estuvo más centrado en denunciar las, a su juicio, «mentiras» y «provocaciones» del discurso socialista, destinadas, agregó, a «enfangarlo todo». El líder del PP no oculta el malestar que le provoca el mensaje en el que se ha instalado el PSOE de que la culpa de la situación económica actual la tienen los gobiernos populares del periodo 1996-2004.
En su opinión, el Ejecutivo «no tienen ningún balance que presentar porque ha empobrecido a millones de españoles» y recordó que «dijeron que no había crisis, no abordaron las reformas necesarias, gastaron más de lo que tenían e hicieron los mayores recortes sociales de la democracia». «Y ahora no han tenido el cuajo de decir que lo han hecho mal. Ahora niegan su responsabilidad y dicen que la culpa la tienen los demás. Cada mentira del PSOE sobre la crisis ha sumado un nuevo parado», sentenció el líder del primer partido de la oposición.
Con los buenos augurios que les dan los sondeos sobre intención de voto en Ayuntamiento y Comunidad, plazas que no sólo conservan sino donde pueden ver incrementada su representación, enarboló los ejemplos de Gallardón y de Aguirre para comprometerse a que «volveremos a ser el país que maravilló a Europa y al mundo». Frente al mensaje de los socialistas, recordó que el PP dejó el nivel de desempleo de este país por debajo del 10 por ciento, con la creación de cinco millones de puestos de trabajo. También que España era la octava potencia mundial y ahora ocupa el puesto 12. «Cuando gobierna el PSOE sube el paro y cuando gobierna el PP baja», propuso como sencilla ecuación.
En definitiva, ante la ausencia de un balance que vender, los socialistas «se han instalado en la provocación. Pero los españoles no quieren discordia ni división y yo voy a hacer oídos sordos a sus insultos huecos». Agregó en el mismo sentido que «no voy a entrar en lo que quieren, en enfangarlo todo» y que «ellos se peleen «con quien quieran, que se líen con quien quieran, que discutan entre ellos y que hable Rubalcaba con Chacón, con Pepiño, con Zapatero o con quien quieran. Eso no es lo nuestro, lo nuestro es lo que importa a la gente».
Sin referencias a Bildu
Sin embargo parece que Rajoy no cree que entre lo que importa a la gente esté la presentación de Bildu a estas elecciones autonómicas y forales. Salvo la referencia que hizo desde Extremadura al día siguiente de conocerse la sentencia del Constitucional, no ha vuelto a referirse al asunto.
En la Explanada del Rey, —ganada a la M-30 en el macroproyecto del Madrid Río, que ha dibujado un nuevo plano de la capital de España—, el líder hizo un exhorto destinado no a sus afiliados y simpatizantes sino a votantes de otras formaciones políticas con el compromiso de que «serán bien recibidos. Contamos con todos. Este partido huye de la discordia y de la división porque aspiramos a sumar. Este es un partido para gobernar, con vocación mayoritaria, que hace un llamamiento a los españoles». Rajoy se comprometió a regresar «a donde estábamos. Se volverá a hablar del milagro español y no de un país al que le imponen las políticas desde Europa».
Por su parte, Alberto Ruiz Gallardón no aludió tampoco a esta cuestión, pero su discurso también fue en clave nacional frente a la pretensión socialistas «de que hablemos sólo de farolas y de limpieza de las calles». A su juicio, estas elecciones son la ocasión «de cambiar el rumbo de una situación tan profundamente equivocada como la de los siete años del Partido Socialista».
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