Zapatero da dos meses para cerrar cuatro pactos y Rajoy le exige un cambio de rumbo
Tras cinco horas de debate la sensación que ha quedado en el Congreso es que no habrá pacto de Estado contra la crisis económica. Es decir, nada nuevo que no se supiera antes. Ayer fue la representación, el gran estreno de la obra teatral. En ... el debate se vio a un presidente del Gobierno optimista como siempre, pero un poco menos. Sigue viendo la luz al final del túnel (nunca dejó de verla), pero ahora le urge buscar acuerdos y pronto, en sólo dos meses, porque la situación no puede esperar más. Y también se ha comprobado que Mariano Rajoy no piensa ser corresponsable de una política económica que ha dejado en España 4,5 millones de parados, hasta ahora, y cree que la solución ya sólo pasa por que Zapatero se vaya de La Moncloa, por iniciativa propia o porque le echen los suyos.
Ése fue uno de los golpes de efecto que tenía guardados Rajoy. Al final de su intervención dejó a Zapatero tres alternativas: rectificar a fondo su política, disolver las cámaras y convocar elecciones o bien que los diputados socialistas le retiren la confianza que le dieron en la investidura de abril de 2008. Ya puestos, Zapatero le aportó una cuarta opción: si tiene coraje, le espetó, presente usted una moción de censura. A lo que Rajoy replicó que si tuviera los votos suficientes ya lo habría hecho.
Todo muy entretenido. Mientras el presidente del Gobierno y el jefe de la Oposición se picaban de esta forma, la casa seguía sin barrer. O lo que es lo mismo, el pacto seguía en el aire, o en el baúl de los recuerdos de la Transición, que lo misma da. A falta de grandes políticas, Zapatero se presentó en el Congreso con otro conejo en la chistera. Anunció la creación de una Comisión negociadora para llegar a acuerdos concretos, a puntos de encuentro con los grupos políticos. En ningún momento pronunció las palabras «pacto de Estado», salvo para reconocer con Uxue Barkos, la portavoz de Na-Bai, que es un objetivo «difícil».
Cuando Zapatero desveló los nombres que integrarán la Comisión negociadora el runrún de una crisis de Gobierno para el próximo verano se intensificó en los pasillos del Palacio. Porque si están Elena Salgado, José Blanco y Miguel Sebastián, ¿por qué no Celestino Corbacho, que es el ministro de Trabajo, ni María Teresa Fernández de la Vega, que además de vicepresidente primera es la coordinadora política? El semblante de Corbacho durante todo el debate y sus aplausos a Zapatero, con el mismo entusiasmo que los de un reo camino del patíbulo, lo decían todo.
Prisas de pacto
Pues bien, ya hay una Comisión negociadora. ¿Y ahora, qué? Según Zapatero, tendrá dos meses para cerrar acuerdos sobre estos asuntos, relacionados con la Estrategia de Economía Sostenible: mejorar la competitividad y fomentar la creación de empleo (Corbacho se encogía en su escaño); renovación del modelo productivo; reducción del déficit público y reformas en el sistema financiero. «Las reformas no se pueden demorar», insistió Zapatero, quien ve cómo el semestre de la Presidencia española de la UE transcurre sin ningún beneficio para el Gobierno.
El problema de Zapatero es que parte de una desconfianza general de los grupos de la oposición hacia su política económica, como ya se ha visto en todos los debates anteriores. No deja satisfecha a la izquierda ni a la derecha, y al final no tendrá más remedio que optar, porque todos juntos ha quedado claro que no caben en un mismo pacto.
La palabra más repetida por Mariano Rajoy fue «rectificación». El presidente del PP cree que no hacen falta comisiones negociadoras (ni mesa de reformas como la que prometió Zapatero en octubre de 2008, aún sin efecto, y con 1,5 millones de parados menos), sino que Zapatero cambie su política y tome decisiones acertadas.
Las condiciones que puso Rajoy para llegar a un acuerdo con Zapatero no son más que las líneas rojas de su discurso económico, que pasa en primer lugar por no subir los impuestos y luego por reducir el gasto.
El pacto se hizo así añicos antes de nacer la comisión. Sólo encontró acogida en el Grupo de CiU, diez diputados que salvarían al Gobierno toda su Estrategia Sostenible. CiU ha impulsado el acuerdo de Estado, es su bandera, y ahora ya no tiene marcha atrás. Ayer mismo se reunió Duran con Salgado, para ir calentando motores. La alianza «sociovergente» empieza a asomar por la esquina.
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