Viaje por la vida a ritmo de guitarra
Las lágrimas del rocío entumecían los rostros. La mañana era fría en el norte de España, pero un sol reluciente de vida quería imponerse. Cincuenta navarros portaban alforjas repletas de ilusión. Viaje a Madrid para mostrar su apoyo a una causa que consideran noble: a ... favor de la vida y contra el aborto.
A las nueve y media el autobús salió desde Tudela, en la Ribera navarra, rumbo a Madrid, ayer capital de la vida en todo el mundo. Ancianos, jóvenes, niños y alguna familia al completo. Gentes de cualquier índole social o ideológica, todos unidos por la misma idea de justicia. La primera parada es en Tarazona, en Aragón, para recoger a otros cinco compañeros. Impera el buen ambiente, fluyen las conversaciones sobre la nueva ley del aborto. Félix Serrano, que se dedica a la construcción y es profesor de judo, narra cómo se siente observado como un «chiflado» por muchos amigos.
Una oración
Poco después de iniciada la marcha, se ora un Ave María para que el viaje salga a la perfección. Además del rezo, se ocupa de todos los detalles Íñigo Gallego, de la plataforma HazteOír. org. Da información a todos los viajeros sobre el recorrido de la marcha, reparte itinerarios o pide un donativo con sorna: «Ha habido muchos gastos y este Gobierno no los subvenciona».
A mitad de camino, en Medinaceli, toca el almuerzo. Al reanudar la marcha, los estómagos llenos provocan algunas siestas. Pero pronto Enrique Hernández, profesor de guitarra en la Escuela de Música de Tudela, ameniza el acto. Suenan «Guantanamera», «Eva María» o canciones de Nino Bravo. Al principio sólo los más pequeños se animan. Después, los mayores se suman a la fiesta. No hay una mala palabra, todo es alborozo de un grupo de amigos. Lucas, de 70 años, reparte pastas y presta su bota de vino.
La llegada a Madrid es el momento más alegre, se tararea la canción de la puerta de Alcalá. Los 350 kilómetros a las espaldas no importan. Al desembarcar, se separan en grupos para comer. Antes del inicio de la manifestación, se vuelven a reunir para recorrer las calles de Madrid. Acabado el acto, vuelven al autobús. El trayecto que resta no es impedimento. Sonríen, asombrados y orgullosos por las miles de personas que, como ellos, han viajado desde todos los rincones de España. Regresan a casa con la sensación del deber cumplido.
La experiencia de estos navarros es similar a la que vivieron ayer ciudadanos llegados desde cada ciudad del país. Los setecientos autobuses fletados para la ocasión y aparcados en las inmediaciones del Retiro madrileño llegaron abarrotados. Como se inundaron decenas de trenes y como se colapsó el metro y el tráfico en las principales calles de la ciudad.
Durante el recorrido de la marcha, ondearon banderas de todas las comunidades autónomas, sin excepción. Andaluces, madrileños, castellanos, gallegos y catalanes compartieron ideas y lemas, ilusiones y cánticos, viajes y experiencias.
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