«Os vamos a llevar con vuestros padres y os van a pegar»

La escena se produce a cientos de metros de la costa marroquí. «¿Qué hacéis aquí?, ¿dónde vais?», les preguntan desde una lancha con motor que al verlos va a rescatarlos. «A España» , responden ellos. «Os vamos a llevar con vuestros padres y seguro que os van a pegar»... En ese momento la barca de juguete está ya a merced de las olas y los dos niños que la ocupan tratan de gobernarla de foma torpe con un remo, también de plástico. Los críos parecen ajenos al peligro e incluso se ríen de la situación, aunque saben que su sueño ha terminado, al menos por esta vez . Tampoco les preocupa el contratiempo, porque saben que habrá más oportunidades.

El episodio, trágico y revelador, se vivió a principios de mes , según explican a ABC fuentes marroquíes. Podría parecer un caso aislado, pero las mismas fuentes, que conocen muy bien todo lo que rodea a la juventud de ese país, especialmente la de la zona de Castillejos, advierten de que no es así. Y para muestra, otro botón.

Hace diez días, en las calles de esta localidad fronteriza con Ceuta. Tres chicos, dos de 14 años y uno de 15, miran las playas a la espera del mejor momento para lanzarse al mar provistos con unas precarias aletas y un traje de neopreno para intentar llegar a nado a Ceuta. Los agentes marroquíes los descubren y frustran su sueño. «¿Vuestras familias sabían lo que íbais a hacer?», les pregunta una de nuestras fuentes. «No... teníamos pensado llamarlas cuando estuviésemos allí». Que nadie piense que los chicos, estudiantes de instituto, pertenecen a familias desestructuradas . El sentimiento de la juventud marroquí es prácticamente unánime en este punto: la mayoría desea viajar a España. Y no les echa para atrás que muchos mueran en el intento . Dos jóvenes, por ejemplo, hace ago más de una semana; uno en la playa de Restinga, entre Rincón y Castillejos, cuando intentaba llegar a Ceuta, y otro en la zona de Benzú, en aguas próximas al islote de Perejil, aunque el cadáver no se ha encontrado.

El deseo casi irrefrenable de amplios sectores de la juventud marroquí de empezar una nueva vida en Europa –España es su punto de entrada natural– no es nuevo, pero en los últimas semanas se ha intensificado de forma notable. Prácticamente cada día chicos de Tánger, Castillejos y de localidades situadas en un radio de unos 25 kilómetros en torno a esta población fronteriza con Ceuta, se buscan las mañas como pueden para echarse al mar. La razón, según las fuentes consultadas por ABC, es la crisis económica provocada por la pandemia del coronavirus, que ha deprimido aún más muchas de esas zonas donde se vivía en buena medida del tráfico de mercancías con Ceuta. Con las fronteras cerradas desde el 13 de marzo pasado, la angustia ha crecido y los jóvenes sienten con más intensidad que allí no hay futuro para ellos.

Ha habido, además, un segundo elemento, que ha servido como acelerante de una situación ya de por sí inflamable: por el norte de Marruecos ha corrido el rumor de que en España no hay problema para encontrar trabajo y que los sueldos son buenos. La supuesta noticia, que se ha transmitido de boca a oreja de forma imparable, ha despertado muchos sueños aplazados, con consecuencias muy duras.

Las autoridades marroquíes, esta vez sí, han reaccionado y colocado vallas en las playas para evitar que los jóvenes lleguen a los arenales, puesto vigilancia de policías y mehanis cada 100 ó 200 metros de costa y realizado acciones contundentes en cuanto se detecta a grupos de chicos que intentan llegar al mar para subirse a una patera o empezar una peligrosa travesía a nado... Nunca, hasta ahora, Marruecos había tomado medidas tan contundentes para impedir la emigración a España. Eso sí, también hay agentes corruptos que cobran por mirar para otro lado...

La mayoría de los candidatos a la emigración acaban en manos de la Policía: « Muchos compran trajes de neopreno y aletas y tratan de alcanzar a nado a las costas de Ceuta; otros, compran balsitas de plástico y también se lanzan hacia el mismo objetivo, que está a una distancia muy corta... Los hay, más afortunados, que pueden contratar motos de agua. Hay un último grupo; los que se suben a las pateras e intentan alcanzar las costas del sur de España, especialmente de Cádiz, las más próximas. Cualquier cosa les vale con tal de salir de Marruecos».

En cuanto a la actuación de las mafias de la inmigración en este fenómeno, las fuentes consultadas explican que aparentemente no tienen incidencia en lo que está sucediendo en la zona de Castillejos , donde los intentos de llegar a Ceuta son protagonizados por chicos que se procuran sus propios medios, muy precarios pero que hacen su trabajo al tener que recorrer una distancia muy corta. No sucede lo mismo en la zona entre Tánger y Larache , en la que los redes organizadas comienzan a retomar con fuerza una actividad que bajó de intensidad con los confinamientos.

Esta vez, como se ha dicho, las autoridades marroquíes no han mirado a otro lado. Saben que no combatir este fenómeno en medio de la pandemia del coronavirus, con el enorme riesgo potencial que suponen estos chicos para expandir la enfermedad , tendría un durísimo reproche internacional, y es algo que no se pueden permitir.

El despliegue policial diseñado tiene, en cualquier caso, efectos limitados. Cada vez es más fácil encontrar barrios de ciudades en los que no se ve a un solo joven . En las escuelas algunos maestros preguntan a los alumnos cuántos de ellos quieren emigrar a Europa. El resultado es desolador. Según relatan, nueve de cada diez –por supuesto, no se trata de estadísticas oficiales– quieren abandonar su país . Incluso aquellos que disfrutan de un nivel de vida alto, o medio-alto.

«Es un disparate –dice a ABC un profesor marroquí ya jubilado–; los chicos llegan a España sin estudios y sin ser mano de obra cualificada . Los empresarios no los contratan y ellos, al no tener nada que comer, delinquen, dejando entre los españoles una imagen nefasta de nosotros. Eso genera desconfianza y es más difícil que alguien contrate a mis compatriotas. Es un círculo vicioso».